El tweet era claro y sencillo:
"Una curiosa, sin experiencia en el BDSM, que se siente
a mirar como uso a mi perra, que hable conmigo mientras uso a mi sumi, que se
excite viéndonos, que vea como la azoto, como le follo la boca y las tetas, que
vea como le orino, que oiga mis gemidos...
Puro morbo..."
Arya le dio al retweet, añadiendo que buscábamos
interesadas. Nuestra fantasía era muy simple: Buscábamos una mujer curiosa, voyeur, que quisiera
ver en directo como mi sumisa y yo teníamos una sesión de las nuestras.
No tardaron demasiado en aparecer gente que se 'ofrecía' a
mirar la sesión, pero la gran mayoría Vivian lejos.
De entre todos, me llamó la atención un MD que recibí de G.
Era una mujer de mediana edad, de Barcelona, que tenía un amante desde hacía 2
años y se sentía atraída por la sumisión. Su amante, un hombre bisexual, le
había convencido de probar una relación D/s, pero ninguno de los dos tenía
experiencia en ello.
Tras un par de charlas, G me dijo que realmente ella deseaba
aprender a ser una buena sumisa, la mejor perra para su Amo, y que creía que
podría aprender de nosotros. Sus ganas de aprender me llevaron a pensar que
quizás ella quería aprender de manera activa, participando de alguna manera.
Eso me trajo un pensamiento a la mente. Si su Amo estaba
informado, y quería que su amante fuera educada por mí, y que aprendiera a ser
una buena perra a mis pies, existía la posibilidad de que su fantasía fuera más
allá del simple hecho de mirar y aprender de nosotros.
Enseguida quise saber de ese Amo novato que enviaba a su
sumisa a aprender de otro Amo con más experiencia. No tardó mucho G en
confesarme que entre las fantasías de su Amo estaba la de ser un cornudo.
Quería que usara a su sumisa, y que la follara como a una puta perra.
Teniendo en cuenta que el Amo (al que llamaremos D) era
bisexual, enseguida le pregunté a G si cuando estaba con otro hombre, D era
pasivo o activo. Y su respuesta me acabó de confirmar algunas dudas que yo
tenía desde el principio.
También me dijo G que ellos tenían más fantasías, como la de
lamer juntos una buena polla, a dos lenguas, o la de que yo enseñara a G a
follarse el culo de D.
Todo ello hacía de aquella cita una auténtica joya que no
podíamos desperdiciar ni Arya ni yo, ni tampoco ellos. Pero era obvio que no
podíamos cumplir con todas aquellas fantasías en una sola sesión, y se hacía
necesario 3 o 4 sesiones:
- Una primera sesión con Arya, en la que G miraría, y quizás
intervendría un poco si ella estaba cómoda. La idea era que G aprendiera a ser
una buena sumisa.
- Una segunda sesión con Arya y con G, en la que nuestra
invitada participaría activamente, poniendo en práctica lo que había visto, y
explicando a su 'amito' el cornudo como iba la sesión. Queríamos que D pudiera
sentir como crecía su cornamenta.
- Una tercera sesión, con Arya y con G, en la que el cornudo
ya estaría presente, pero se limitaría a mirar, y a ver como yo disfrutaba de
mi perra y de la suya.
- Y una cuarta sesión, ya los 4 juntos, en la que Arya me
ayudaría a someter y a humillar a G y D, como si fueran una parejita de sumisos
que servían al mismo Amo.
Ni que decir tiene que la relación entre los dos Amos no iba a ser
la de igual a igual. Quizás D sea un Dom para G, pero para mí solo iba a ser un
perrito sumiso y cornudo, un chupapollas que deseaba arrodillarse ante
mí para mamármela después de que yo hubiera disfrutado de ‘su’ sumisa.
Tras una serie de charlas en las que G y yo aclaramos los límites de la sesión, quedamos un día para nuestra primera
cita.
Tras conocernos en el bar, entramos en el hotel y comenzamos
la sesión. G se sentó y le dije que podía preguntar lo que quisiera y ponerse
en el ángulo que más le conviniera para ver bien la sesión.
Ella no había visto nunca una sesión real, y se la veía
nerviosa, excitada y con ganas de aprender. Como siempre, Arya se arrodilló en
el suelo, y comenzó a desnudarme. Cuando acabó, olfateó mis huevos y mi polla
mientras yo explicaba a G por qué hacia las cosas así o asá.
Después de eso, le pedí a Arya que abriera la boca y se
quedara quieta. Ella obedeció como siempre, y me puse a hablar con la voyeur. Y
comencé a follar la boca de mi perra mientras hablábamos.
G se quedó sorprendida viendo la manera en que usaba a mi
sumisa, y no tardó mucho en comenzar a mojar su coño.
Tras un rato jugando, le pedí a Arya que me comiera las
pelotas. Nuestra curiosa miraba detenidamente a Arya, mis huevos y mi rabo.
- Ves esas gotitas que aparecen en la punta de mi glande? Son gotas de líquido preseminal, un
lubricante que aparece cuando el hombre está excitado, con la idea de facilitar
la penetración.
Ella miraba flipada, la explicación le encantaba y estaba
cachonda perdida.
- Quiero que extiendas con tu dedo esas gotitas por todo mi
glande.
Sin pensárselo, G obedeció, y comenzó a extender esas gotas
de lubricante por toda mi polla, dejándola brillante y hermosa.
Tras un rato jugando con mis huevos, le pedí a Arya que me
comiera el culo. Me incliné hacia delante, y ella comenzó a repasar mi ano con
su lengua como había hecho otras veces. A medida que mi niña lamía, aparecían
nuevas gotas de líquido preseminal en la punta de mi glande, que nuestra
invitada extendía por toda mi polla inmediatamente. Era obvio que aquello le
gustaba demasiado.
Finalmente, yo tenía ganas de correrme y le pedí a mi sumisa
que se tumbara en la cama, boca arriba, y con la cabeza en el borde de la cama.
Y como ya había hecho otras veces, mientras yo follaba su boca, le ordené que
azotara su coño cada vez que yo decía 'Puta'.
Tras unos minutos jugando así, le pedí a G que participara. Se
la veía con ganas, y deseaba participar de alguna manera, así que le pedí que
me masturbara de manera que mi semen cayera en la boca de Arya. Quería que ella
pudiera ver cómo brotaba mi esperma y como mi perra lo disfrutaba.
Sin dudarlo ni un momento, agarró mi miembro erguido y duro,
y comenzó a masturbarme con su mano hasta hacerme llegar al orgasmo. Mi glande, rojo y hermoso, expulsaba leche que
caía directamente en la boca de mi perrita. Ni que decir tiene que Arya lo
saboreó y tragó hasta la última gota. Nuestra voyeur no se perdía ni un detalle
de mi orgasmo. Escuchaba mis gemidos, miraba mi esperma brota, y flipaba viendo
cómo como Arya lo tragaba ansiosa.
No tengo ninguna duda de que ella hubiera lamido aquella
leche si le hubiera dado permiso, pero desde el principio le dejamos claro que
mi semen era íntegramente para mi perra.
Tras un breve descanso, en el que pedí a G que enviara un
mensaje a su ‘amito’ cornudo explicando que acababa de masturbarme y que había
visto mi esperma brotar, llegaba el momento de azotar a mi sumisa. Se puso a
cuatro patas, sobre la cama, y pedí a G que sujetara mi polla mientras yo azotaba
a mi niña.
Comencé con la mano, y seguí con la cuchara de madera, como
suelo hacer. A medida que iba azotando, le explicaba a nuestra curiosa por qué
azotaba aquí o allá, o porqué el culo de mi niña se ponía más rojo. Ella
atendía como si fuera la clase más interesante de su vida, y continuaba
estimulando mi polla. Alucinaba escuchando mis explicaciones y viendo el
espectáculo. Podía oír perfectamente el sonido que provocaban esos azotes, y el
gemido que soltaba mi sumisa al recibirlos. Ella nunca había sido azotada, ni
había visto una sesión de spank. Cuando llevaba 60 dejé de azotarle el culo.
Llegados ese momento, G se quitó la ropa y quería participar, no quería ser
simplemente una mera voyeur. Quería azotes, y quería ponerle los cuernos a su cornudito.
Siguiendo mis instrucciones, se puso a 4 patas, y me ofreció
su culo para que lo azotara. Eran sus primeros azotes, y pudo comprobar 2
cosas: que los azotes duelen, y que se excitaba con ellos. Arya y yo
comentábamos felices los gemidos que soltaba aquella perra cada vez que la
azotaba. No aguantó más de 20, pero fueron suficientes para entrar en calor, y
para que supiera qué significa se azotada.
Entonces le pedí a mi niña que se sentara en la cama, en el
borde, y me dispuse a follar sus tetas como suelo hacer a menudo. Arya sujetó
sus ubres, juntándolas, y yo comencé a moverme arriba y abajo, deslizando mi
verga entre sus pechos. G seguía flipando viendo la sesión. Era evidente que a
ella nadie le había follado las tetas, y le encantaba la visión.
Debo decir que G tiene unas buenas tetas, aunque no hay
manera de compararlas con las de Arya. La propia G estaba sorprendida de los
pechos de mi perra. Ya que estábamos, aproveché para acariciar y pellizcar un
poco los pezones de la curiosa mientras ella intentaba acariciarme y estimular
mis testículos.
La cuestión era que se nos acababa el tiempo y yo tenía
ganas de usar a nuestra voyeur particular, para que se marchara cachonda como
una perra a casa. Tras enviar un nuevo mensaje a su 'amito' cornudo explicando
cómo le había azotado, se arrodilló y abrió la boca para satisfacerme. Yo metí
mi rabo entero en su boca, y comencé a follársela como si fuera un coño. Se lo
había explicado antes, pero nunca lo había vivido en persona.
Mi polla entraba y salía en la boca de G, de manera
violenta, y sin parar, provocando sus babas. Lo he hecho cientos de veces, pero
aquello era especial, era diferente. Yo nunca había visto una mujer que babeara
tanto como ella. Sus babas llenaban su boca, y caían por la comisura de sus
labios, mojando sus tetas y su vientre, y cayendo en el suelo. Yo había visto
babear a otras sumisas antes, pero no como ella. Al acabar, había un charco en
el suelo, con las babas de aquella perra.
Aquello merecía un nuevo mensaje, D necesitaba saber que yo
acababa de follarme la boca de su amante, y que su boca babeaba como si un coño
cuando sufre un squirt. Yo la había azotado por primera vez, no él, y mi polla
era la primera que había follado su boca, no la suya. Yo sabía lo que ese
cornudo necesitaba, y se lo iba a dar. Iba a humillarlo sin piedad, delante de
su amante.
Tras un par de jueguecitos más, quedaba un último detalle.
Como siempre, quería mear sobre mi perra, pero quería que fuera nuestra
invitada quien sujetara mi polla mientras lo hacía. Fuimos a la ducha, Arya se
arrodilló como cada sesión, y comencé a orinar sobre ella.
G, que sujetaba mi polla, pudo sentir en la yema de sus
dedos como mi orina atravesaba mi uretra, hasta verlo salir por la punta de mi
glande. Ese líquido amarillento y caliente cayó sobre los pechos de mi perra,
para deslizarse por su vientre y acabar mojando su coño. La típica ducha dorada
que necesita mi niña antes de marcha. Como era de esperar, alguna gota de aquel
pis fue a parar a la mano de G, mojándola.
Ni que decir tiene que aquél fue el mejor colofón para una
cita muy entretenida, en la que los tres nos excitamos y disfrutamos del morbo
y la perversión. Arya había hecho un excelente papel, siendo una maravillosa
sumisa, y mostrándole a G como debe servir una perra. Nuestra voyeur se había
excitado y mojado, y había acabado participando. Era obvio que ella se moría de
ganas de servirme.
Y yo había disfrutado como nunca con mi perra, con la
curiosa, y con el cornudito en remoto.
Pdta: si quieres saber cómo fue la segunda sesión, clica AQUÍ.
Hola, soy Amo desde hace tiempo. He leído varias entradas de tu blog y todas tus sesiones vienen a ser iguales. Entiendo que eso es lo que a ti y a tus sumisos os gusta pero ¿no se os hace algo monótono? Son sesiones muy previsibles y, para mi gusto, la incertidumbre es esencial en mis sesiones.
ResponderEliminarBueno, cada cual organiza sus sesiones como quiere...
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