Por hoy terminaron los juegos en el circo romano y como
lanista estaba contento ya que ninguno de mis gladiadores había sufrido daños
graves. De hecho los combates a muerte se reservan para las grandes
celebraciones, como las de la próxima semana en honor al dios Marte. Pero eso
ya llegará.
Hoy estaba especialmente satisfecho de mi nueva adquisición,
el joven tracio que llevaba escasas semanas entrenando y que había tenido un
comportamiento excepcional en la arena. Se había batido con bravura y agilidad,
y había demostrado un talento incomparable para asimilar las tácticas del
combate. Todo el populacho había coreado su nombre al acabar la contienda y eso
significaba que me reportaría unos buenos ingresos en las próximas
exhibiciones. Llevo suficiente tiempo en este negocio como para saber que hoy
debía recompensarle y mantenerlo contento.
Sin embargo al volver al ludus y ver a mi esclava favorita,
recordé esas miraditas que se habían estado regalando últimamente ella y el
tracio. Ella se merecía un buen castigo y él aprender cuál era su sitio.
Después de felicitar a los vencedores en el patio, pedí al
tracio que me acompañase. Lo guie hasta mis aposentos, donde esperaba mi
esclava, y mientras comentábamos el magnífico combate de hoy, ordené que ella
fuera preparando el baño y los aceites para homenajear a mi vencedor. Noté cómo
a ella le surgía una sutil sonrisa en los labios mientras traía el agua
caliente y preparaba los agasajos. No sabía lo que le esperaba.
Me acomodé en el bisellium y empecé a dar las órdenes a mi
esclava.
- Vamos, violant, comienza a desnudar a nuestro tracio.
Ella sonrió, y no té cómo al despojar a mi gladiador de cada
prenda, admiraba su musculado y definido cuerpo, y lo acariciaba sutilmente
aprovechando sus movimientos. Vi cómo aquella maldita puta se excitaba al tener
su cuerpo sudoroso casi rozando con el suyo. Y también percibí cómo el pene del
gladiador empezaba a erguirse con el suave contacto de las manos de mi esclava.
- Ahora, esclava, ayuda a mi gladiador a entrar en la
lavatrina – ellos obedecieron al instante-. Y ahora desnúdate tú, que no quiero
que manches tus ropas.
Mi esclava sabía que no debía demorarse en el cumplimiento
de mis órdenes, así que lo hizo al momento, ante la curiosa y excitada mirada
del tracio. La piel blanca y suave de violant brillaba en medio de la estancia
y el rubor de sus mejillas, por su vergüenza al estar desnuda ante dos hombres,
hacía más evidente su desnudez y me encendía. Estaba seguro de que este tracio
no había visto nunca nada tan bello como aquella puta.
- Venga, violant, coge el aphonitrum y empieza a lavar a mi
invitado. No seas tímida, quiero que laves cada milímitro de su piel castigada.
Violant, casi temblando, desnuda, se acercó a él cuanto pudo
y empezó a acariciar suavemente la piel de mi gladiador, su cuello, su pecho,
sus brazos, su abdomen… acompañando sus caricias de agua templada y
tonificante. Pero en ese momento paró y me miró, como pidiéndome permiso para
continuar.
- Vamos, sigue, sé que no te vas a sorprender de lo que
encuentres por ahí abajo.
El tracio, sonreía, observando fijamente a mi esclava, sus
pechos, su sexo y su cara sonrojada. Su verga estaba completamente dura ya,
goteando de excitación cuando violant empezó a lavársela acariciándola
suavemente.
- Ya está limpia, puta, no hace falta que te entretengas
más.
Reí para mis adentros, porque sabía que ambos deseaban
continuar con todos los poros de su cuerpo, pero debían aprender que ambos eran
de mi propiedad, y por todos los dioses lo iban a aprender hoy.
- Ayúdale a salir y sécalo.
El falo engrosado y duro del tracio estaba casi palpitando
cuando violant lo frotó cuidadosamente para secarlo.
- ¿Te gusta mi esclava, tracio?
- Sí, mi Señor, por supuesto.
- Así que quieres follarte a MI esclava. Pero esta puta es
mía, solo mía, tracio. No te olvides de eso. Ven aquí, esclava. Quiero que me
chupes un rato la polla.
Violant corrió a arrodillarse a mis pies, apartó mis ropajes
y puso sus labios sobre mi miembro, que también estaba a punto de reventar ya.
Sin embargo, no se lo iba a poner tan fácil hoy.
- ¿Lo ves, tracio? La boca de esta puta es mía. Y debo
añadir que la tengo muy bien adiestrada.
Estaba disfrutando de aquella mamada, no voy a negarlo, pero
no quería terminar tan rápido; quería hacer llorar a mi esclava de deseo y
sabía cómo conseguirlo.
- Ahora ponte a cuatro patas, violant, que quiero follarte
ese coño tuyo.
Mi esclava adoptó la posición requerida, y yo la hice girar
para mostrar bien a mi gladiador sus ofrecidas nalgas y su sexo engrosado. Él
estaba salivando de deseo, pero no se movía ni un milímetro, sabiéndose un mero
espectador de mi placer. Embestí el coño de mi esclava, metiéndosela hasta el
fondo de un golpe. No tardó ni un segundo en empezar a gemir como una perra.
Pero no iba a permitir que se corriera hoy. Paré un momento, y volví a la carga
con golpes carne con carne que sonaban contra las paredes y la hacían gritar en
cada embestida. El tracio casi temblaba de excitación, su pene goteaba sin
control, pero seguía sin moverse.
Yo estaba disfrutando muchísimo de aquella escena. Esperé a
notar que el gladiador fijaba su mirada en el sexo de mi esclava, saqué mi
verga de su interior, abrí bien sus nalgas, mostrando todos los agujeros de esa
puta, mi puta. Quería que viera bien por dónde se la metía en esta ocasión. Me
la cogí y se la emboqué en el culo, apretando despacio, dejando que el luchador
viera bien cómo se le iba abriendo el ano a mi esclava. Ella intentaba sofocar
los gritos de dolor, consiguiéndolo por momentos y liberándolos de vez en
cuando. Saqué mi sexo del todo y lo volví a encarar.
- Todos sus agujeros me pertenecen, tracio. Todo su cuerpo
me pertenece –le volví a penetrar el culo hasta el fondo, pero esta vez de
golpe, arrancándole un grito desgarrador-. Tienes que aprender, querido tracio
–seguí mientras empezaba a follárselo con fuerza- que tú solo puedes mirarlo
cuando yo te dé permiso para ello, como hoy.
Tras unos minutos me corrí de forma abundante, sacándola y
metiéndola completamente de su culo mientras lo hacía, salpicando sus nalgas y
sus entrañas, marcándola como mi propiedad, como había hecho tantas veces.
- Y ahora, querido gladiador, tienes permiso para
masturbarte mirándola, y te doy permiso para correrte sobre su cuerpo. Eso va a
ser lo máximo que obtendrás de ella.
El tracio se agarró la polla y en menos de un minuto se vino
sobre la cara de mi puta esclava. Mi esclava era un poema, excitada, con
lágrimas que recorrían sus mejillas, con el semen del gladiador embadurnando
sus párpados y su barbilla, con los pezones duros excitados, su coño goteando,
su espalda recorrida por mi esperma…
- Ambos sois míos, debéis recordarlo. Vuestro cuerpo,
vuestra voluntad, vuestro placer, vuestra vida, me pertenecen, y solo podréis
disfrutar de ellos cuando yo lo permita. ¿Os ha quedado claro?
- Sí, mi Señor –dijeron a coro; él con una sonrisa en los
labios y ella temblando de excitación.
- Violant, hoy no tienes permitido correrte. Tus miradas y
tus sonrisas te han privado de ello. Aprende de una vez que tu única función,
tu único objetivo es satisfacerme. Para recordártelo, hoy pasarás el día así,
desnuda y cubierta de semen como la puta que eres. Tú, tracio, puedes retirarte
a descansar.
- Gracias, mi Señor.
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