Parecía un email normal y corriente, como otros que ya había
recibido antes. Era una mujer, de mediana edad, que quería saber cómo iba esto
de la sumisión. Había leído alguna página web por internet, y había buscado
información al respecto, pero necesitaba encontrar cómo entrar en este mundo
que le atraía.
Tras una serie de emails entre los dos, hablando del tema, vi
que ella tenía un poco de miedo, y que no acababa de atreverse a tener una
sesión a solas conmigo. Tras realizar alguno de mis ejercicios y ver algunas
posibilidades para vernos, no acababa de lanzarse. Le daba miedo, sobretodo, el
quedar mal y no quedar a la altura que ella quería.
Después de dar un par de vueltas al tema, se me ocurrió una
solución, bastante nueva para mí en ese momento, la de ofrecerle la posibilidad
de ver una sesión en directo, con mi sumisa. Ella, muy lejos de negarse como
pensé que haría, aceptó y me pidió que le avisara cuando fuéramos a hacer la
siguiente sesión.
Yo, que cada semana tengo alguna sesión con mis sumisas y
aspirantes, organicé rápidamente una sesión para 3 días mas tarde, en mi
hotelito de siempre. Quedé con mi sumisa y con ella en la puerta, y allí
encontré a las dos, por separado. Evidentemente, no se conocían ni se habían
hablado nunca. Noté como se miraban las dos estudiándose la una a la otra. Los
celos en el mundo del BDSM están prohibidos, pero es inevitable que dos mujeres
que pretenden al mismo hombre se miren con recelo inicialmente.
Una vez dentro de la habitación, coloqué a las dos sumisas
una al lado de la otra, y les detallé lo que íbamos a hacer. Las dos asintieron
con la cabeza, y ordené a mi nueva aspirante que se sentara en una silla, cerca
de la cama donde mi sumisa y yo íbamos a jugar. Le prohibí que se masturbara,
ni se tocara, y le pedí que no se perdiera detalle de la sesión, poniendo
especial atención en la actitud que mi sumisa tomaba ante mí. Y así lo hizo, se
sentó en la silla, y se dispuso a ver el espectáculo.
Lo primero que hice fue ordenar a mi sumisa que se
desnudara, y que me desnudara a mí. Hice hincapié a la aspirante que esto debería
hacerlo a menudo si quería ser mi sumisa. Una vez desnudos, comencé a pellizcar
con suavidad los pezoncitos mientras la miraba fijamente. Acaricié su piel con
mi mano, mientras me colocaba delante de ella, y volví a pellizcarle los
pezones, desde detrás, mientras masajeaba sus pechos, esta vez con más fuerza.
No pude evitar girar la cabeza para mirar a mi aspirante
mientras pellizcaba y acariciaba a mi sumisa. Noté como ella se ruborizaba y se
ponía cachonda a la vez. Ella sabía que aquel espectáculo lo había montado para
ella, y yo le hacía entender que aquellos pechitos podían haber sido suyos, y
que ella podría haber sentido los pellizcos en sus pezones.
No tardé mucho en comenzar a azotar el culo a mi sumisa,
como suelo hacer yo, con fuerza y con la mano. Me encanta el ritual de azotar
el pompis, me resulta muy sensual y muy personal, pero aquel día no lo hacía
para ella, sino para pervertir a la nueva chica. Me gustaba mirarla mientras
hacía mi trabajo, para darle a entender que la siguiente podría ser ella, o
incluso que podría haber sido ella quien recibiera aquellos azotes.
Tampoco dejé la oportunidad de dar órdenes a mi alumna, de
remarcar mi autoridad en aquella coreografía. La hice arrodillarse ante mí y
chuparme los huevos, cosa que me encanta. Creo que la mejor manera de poner
dura una polla es comiéndole los huevos a un hombre. Al menos en mi caso es
infalible, y así lo hizo. Se puso de rodillas delante de mí y comenzó a comerme
los huevos mientras yo agarraba su cabeza y la acercaba aún más a mí.
Y así, con mi protegida de rodillas, y comiéndome los
huevos, volví a mirar fijamente a mi nueva voyeur. No había dudas de que a ella
aquello le ponía como una moto, deseaba ser ella quien jugara conmigo, pero debía
aprender a esperar tu turno, y no era aquel precisamente. Una vez mi miembro
estuvo bien duro, le dije a mi sumisa que se pusiera a 4 patitas en la cama, y
en silencio me acerqué a mi novata, que se puso nerviosa rápidamente...
- '¿Estas cachonda, novata?', le pregunté.
- 'Sí', acertó a responder. Se notaba que no era capaz de mediar ni media
palabra más, de los nervios que tenía.
- '¿Estas mojadita, aspirante?', le volví a preguntar...
- 'Sí, mi Domine', respondió acertadamente.
- 'Recuerda que no puedes tocarte ni acariciarte. Hoy no es
tu día'.
- 'Sí, mi Domine', repitió otra vez, completamente nerviosa y
mojadita...
Con mi nueva aspirante sufriendo calores volví con mi
sumisa, ya a 4 patitas, y comencé a acariciar su conejito y su culito... agarré
un plug que tenemos y se lo metí en el culito después de haberle puesto
cremita. Jugué un poquito con el plug, y luego volví a tu coñito, donde tras
meter los deditos, introduje un vibrador hasta el fondo. Me encanta tener a mis
sumisas con los dos agujeritos penetrados, me pone cachondo y sé que a ellas
les vuelve loco.
No pude evitar ver, de reojo, que la aprendiza estaba
abriendo y cerrando las piernas, tratando de estimular su entrepierna. Me giré,
y tras mirarla con cara de desaprobación, le miré fijamente las piernas, para
hacerle entender que ella no tenía permiso para hacer aquello. Rápidamente se dio
cuenta, y cesó el movimiento, para luego pedirme perdón por aquella afrenta.
- 'Solo yo puedo darte permiso para masturbarte, hoy solo
puedes ser una voyeur'.
Y fue así, mirando a mi nueva aspirante a sumisa, que
introduje mi polla bien dura en el coñito de mi sumisa. Comencé a bombear y a
penetrar con fuera su chochito, haciendo que ella gimiera y gimiera de placer.
Los grititos de mi protegida inundaban la habitación, haciendo que la otra se
pusiera aún más cachonda imaginando ser ella la que recibía aquellos pollazos.
Así pasamos casi dos horas, follando, azotando, sodomizando
y castigando a mi protegida mientras la otra, excitada completamente, no podía
ni tocarse.
Al acabar, obligué como siempre a mi sumisa a bañarme y a
limpiar mis bajos, con cuidado, para quedar bien limpito, y justo antes de
vestirme, me acerqué con la toalla a mi nueva aspirante, para decirle al oído:
- '¿Quieres ser mi sumisa, linda voyeur?'
- 'Sí, mi Domine', no tardó ni un segundo en responder.
- 'Pues seca a tu Domine, sumisa'.
Y así fue como aquella mujer, indecisa, nerviosa, voyeur, y
cachonda perdida, se convirtió en mi nueva sumisa tras secar con cuidado y con
mimo la polla de su nuevo amo.
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