Mi Domine me ordenó que lo esperara en el estacionamiento
del centro comercial. Cuando vi su coche llegar me aproxime a él, se estacionó
en una zona discreta, y se bajó. Rápidamente me ató las manos, me vendó los
ojos, y me hizo entrar en el asiento trasero del auto. Yo quise preguntar qué
hacía, pero mi Domine vio mis intenciones y sin permitirme hablar, colocó una
mordaza en mi boca.
El corazón me latía muy rápido, no tenía ni idea de a donde
me llevaba. Después de unos pocos minutos conduciendo se detuvo, me tomó del
brazo con fuerza y me entró a lo que percibí era un cuarto.
Sin decir palabra me colocó contra la pared, fría, dándole
la espalda... yo aun notaba la pared fría en mi cara cuando él pegó la polla a
mis nalgas. Sentí su miembro rozando mi culo y su respiración sobre mí; puso su
mano sobre mi cuello y me habló:
- "Eres mi zorra, Cristal, y ya sabes qué hay que
hacerles a las zorritas como tú, verdad?
Tomarlas sin permiso, penetrarlas sin piedad. Eres mía y por eso te voy
a follar como a mí me dé la gana"
Un sudor frio recorrió toda mi espalda. Desde que vendó mis
ojos en el aparcadero mi imaginación volaba y mi coño se humedecía, pero sentir
sus palabras en mis oídos y su polla en mi culo, me hacía sentir que iba a ser
utilizada por mi amo, que iba a ser 'violada'.
Tocaba mis pechos por encima de la blusa, poniendo mis
pezones erguidos y duritos. Levantó mi falda y apretó mis muslos y mis nalgas
con furia. Las manoseaba con mucho morbo y placer. Metió la mano en mi
entrepierna, apretando mi coñito en su mano, para luego meter el dedo dentro.
Como era de esperar, su dedo se deslizó fácilmente por lo mojado que estaba mi
chochito. Tras unos segundos jugando con él, lo sacó y lo pasó por mi boca,
para que probara mis propios jugos.
- "Eres una perra, mi sumisa. Yo se que te gusta,
putita"
Y me abofeteó. Nunca lo había hecho, y me sorprendió, pero
tenía una mirada tan intensa, como si en él habitaran mil demonios perversos,
que no pude evitar excitarme.
No podía hablar por la mordaza en mi boca, pero mi expresión
lo decía todo. Solo podía escucharse un leve jadeo, agitado, como si viniera de lejos pero muy intenso.
Me tomó del pelo y me tumbó al piso, boca abajo. Puso mi
cabeza en el frio suelo, y empinó mi culito, para dejarlo todo expuesto,
ofrecido a su morbo y sexo. Ahí volvió a tocar mi sexo, acariciándolo, sólo un
poco... estaba más mojado que antes...
- "Que perra eres, Cristal" - Sabe que me excita
que me llame Perra
- "Zasss", una nalgada...
En ese momento se dirigió delante mío, levantó mi cabeza del
piso, de manera que mi carita quedó frente a su polla. Mi Domine la sacó de su
pantalón, tomó mi cara entre sus manos, y metió bruscamente su pene, ya duro,
en mi boca. No quería que se la chupara, mi amo quería follarme la boca. Mi
Domine era que dirigía la entrada y salida de su polla, lo hizo como le dio la
gana, sostenía mi cabeza cuando su capullo tocaba mi garganta y la lengua
rozaba sus huevos. Y así la aguantaba, clavando su polla cada vez más profunda,
provocándome arcadas, hasta que él quisiera que yo tomara un poco de aire.
Entonces la sacaba despacito para que yo sufriera, para que supiera quién manda,
y dejando hilos gruesos de saliva todo el trayecto. Me encanta que haga eso,
que me folle la boca y me provoque arcadas.
Cuando él quiso, volvió atrás mío, y acarició de nuevo mi
sexo empapado. Metía sus dedos provocándome un placer divino, yo no aguantaba más,
mi cuerpo se retorcía rogando por más, pero mi Amo no quería que yo me corriera
así. Mi amo quería que yo me corriera con su polla dentro. Dejaba de tocarme
para azotar mi culo, provocándome un dolor muy placentero.
Tras un ratito de juegos, me puso de pie, y me colocó contra
la pared, con mi cara notando el frio de la cal. Separó mis piernas con las
suyas, dejando al aire mi coñito, y como un lobo hambriento y rudo me folló, embistiéndome,
dominándome, haciéndome más suya de lo que ya soy.
- "Ahora sí tienes permiso para correrte, sumisa. Hazlo, mi
putita... córrete... córrete"
Me apretaba de la cintura, halándome hacia él y con cada
estocada yo veía la gloria. Me gusta ser poseída de esa forma, así no olvido a
quien pertenezco. No pude más y me corrí enterita, patas abajo, mientras notaba
como él se corría en mí. Me llenó con mi premio, su semen, por haber sido una
buena perrita.
Un relato de Cristal, mi sumisa en remoto. Sé que desea con toda su alma ser violada
por su Domine.
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