Brutus, esclavo de Isis. Azotado y sodomizado.



Brutus estaba quitándole el polvo a la estantería, con parsimonia, con la flema de un mayordomo inglés, impecablemente vestido con un pantalón de pinza gris marengo y una camisa blanca. Quitaba el polvo sin acelerarse, cogiendo una por una las piezas de la estantería, pasándoles el plumero metódicamente y tras comprobar que estaban correctamente limpias, hacía una casi imperceptible cabezada de aprobación y las volvía a colocar con delicadeza.

Ella entró en la estancia, con paso firme y decidido se dirigió a donde estaba Brutus, los tacones de aguja de sus botas de cuero negro resonaron por todo el salón. Brutus no pudo evitar seguirla con la mirada. Cuando Isis llegó a su altura le reprendió con un suave toque de fusta en su pecho.

‐ “La cabeza baja en mi presencia” dijo ella con voz firme.
Él obedeció al instante –“lo siento Dómina”.
‐ “¿Está tu faena en estado de ser revisada?”.
‐ “Si, Dómina” dijo brutus que permanecía de pie, con la cabeza baja y los brazos a lo largo del cuerpo, tal y como ella le había enseñado.

Isis se dirigió al otro extremo de la estantería, aprovechó que ella estaba de espaldas para recrearse mirándola. Estaba preciosa con su ajustadísimo pantalón negro que dejaba poco a la imaginación y ese corsé, también negro que dejaba entrever sus deliciosos pechos. Con la mano izquierda se acarició sensualmente, de arriba abajo, su melena azabache que llevaba recogida en una cola de caballo. Él la miraba con admiración y con deseo, sin ningún recato, su imaginación calenturienta estaba a punto de desbocarse, cuando el tronar de un golpe de fusta sobre la caña de la bota le sobresaltó.

‐ “, pequeño marrano indecente, aunque esté de espaldas, puedo ver tu depravada mirada a través del cristal de la ventana” le amonestó ella con voz seca y firme.
‐“Perdón Domina, perdón, no he podido evitarlo”.

Ella ni se molestó en girar su mirada hacia él, seguía inspeccionando la estantería que había limpiado. Isis señaló el suelo –“¡Ven aquí, lacayo indecente!” ordenó contundente la Dómina.

 Se aproximó, haciendo esfuerzos por mantener la cabeza baja, Isis pasó un dedo por la estantería y lo miró con evidente reproche –“¿A esto le llamas limpiar?”, se giró hacia él y le puso el dedo delante de la cara – “¡Contesta, marrano vicioso! Tu Dómina te ha hecho una pregunta”.

‐ “Todavía no he llegado a ese extremo de la estantería” balbuceó con la cabeza baja.
‐ “Entonces ¿qué has estado haciendo todo este tiempo?”
‐ “He estado doblando su ropa, Dómina”

Isis miró sobre la mesa del salón y allí estaba una buena parte de su ropa interior, justamente la más provocativa, sus más minúsculos tangas y sus mejores sujetadores, la ropa estaba más o menos doblada, pero un tanto revuelta.

‐ “Acércate, acércate lacayo depravado y lascivo”. Él obedeció en silencio, haciendo esfuerzos por mantener su cabeza agachada.
‐ “¿Has vuelto a olisquear mi ropa interior como el perro salido que eres?”, permaneció unos segundos en silencio, ella le abofeteó – “¡Contesta marrano!” ordenó con voz firme y autoritaria.
‐ “Solo un poco Dómina, solo un poco”.

Isis hizo restallar violentamente su fusta sobre la caña de la bota, y pudo ver como se estremecía con un escalofrío que le recorría todo el cuerpo. – “¿Te gusta olisquear mis braguitas, pequeño depravado?
‐“Sí Dómina” y aún no había contestado cuando notó un golpe de fusta en el lateral de su muslo. A ese golpe le siguieron otros tres, uno en el otro muslo y uno en cada nalga.

La Dómina dio lentamente una vuelta alrededor de, mientras acariciaba su cuerpo con la fusta.  Notaba la mirada de Isis mientras seguía esforzándose en permanecer con la cabeza baja. Un fustazo sobre sus nalgas le hizo soltar un pequeño quejido entrecortado.

‐“No te atrevas a quejarte, marrano indecoroso. Eres un miserable huele bragas. ¿Lo sabes?”. Y otra vez la fusta se estrelló contra sus nalgas.
‐“Si Dómina”, dijo él entremezclando la respuesta con un quejido mal disimulado.
‐“¿Acaso has osado tocarte la polla mientras olisqueabas mis braguitas? Y la fusta recorrió la cara interna del muslo de brutus hasta llegar a sus genitales donde permaneció esperando una respuesta, ejerciendo una suave pero firme presión sobre sus partes.

‐“Solo un poco Dómina, solo un poco”, la fusta aumentó la presión que ejercía sobre los genitales de provocando que este se pusiera de puntillas.
‐“¿Solo un poco? ¿O has olido una por una todas mis braguitas? ¿Te has tocado la polla mientras lo hacías? Seguro que has lamido el interior de mis sostenes pensando que mis tetitas suelen estar allí. ¿Me equivoco? Preguntó ella con parsimonia, pero con autoridad. La fusta golpeó suavemente las pelotas de, el cual dio un pequeño respingo.
-“No Domina, no se equivoca”.

Isis cogió con toda la mano la entrepierna de, de manera firme y decidida, pero sin violencia, notó perfectamente sus genitales y su pene, que se estaba excitando por momentos, notó en su mano como se estremecía de placer.

Con la fusta en la otra mano le obligó a levantar la cabeza y a mirarla a la cara, notaba como el pene de aumentaba de volumen, y lo recorrió con la yema de los dedos de abajo arriba y de arriba abajo. – “¿Te excito?, ¿Me deseas? ¿Te gusta mi olor?”

 Cerró los ojos y olió el perfume de ella inspirando larga y suavemente. Su perfume con notas de vainilla y especias inundó su nariz y su cerebro. “Si Dómina”, contestó con un punto de insolencia en su voz.

La mano de Isis apretó y retorció el miembro de y mientras lo mantenía cogido de esta manera le golpeó fuertemente con la fusta en el culo y pudo notar como el pene palpitaba de excitación.

‐ “Eres un marranete depravado, y mereces ser castigado por ello” dijo Isis y pellizcó con fuerza el pene que tenía en la mano, arrancando con ello un gemido de, un gemido a mitad de camino entre el placer y el dolor.
‐ “Saca todo el instrumental de tortura y colócalo en el extremo de la mesa” ordenó Isis mientras daba una palmada en las nalgas de.

Él obedeció prestamente, conocía perfectamente donde se guardaban todos aquellos instrumentos y como quería su Dómina que se colocasen, a la derecha los látigos, flagelos y palas, ordenados según su tamaño y dureza; a la izquierda el material de inmovilización, muñequeras, cuerdas y grilletes, ordenados según la parte del cuerpo que inmovilizan. Y en medio los instrumentos de tortura, arriba los de presión como las pinzas y anillas genitales y abajo los de intrusión como plugs y consoladores.

Él permanecía en silencio junto a aquel despliegue de material, impaciente por ver a qué castigos le sometería su Dómina, ansioso por ser capaz de satisfacer las expectativas que esta ponía en él.

‐“De rodillas” ordenó la voz de su Dómina. Él obedeció al instante, esforzándose en mantener una postura correcta y elegante. La fusta de Isis recorrió la columna vertebral del siervo. – “La espalda recta, la mirada al suelo” corrigió Isis con calma. Con la fusta dio un golpecito en una mano y luego en la otra, Brutus al instante entendió la corrección que le marcaba su Ama y estiró las manos apoyándolas en los muslos.

La Dómina comprobó que todo el material estaba colocado tal y como le había enseñado a hacerlo, asintió con la cabeza, mientras acariciaba la nuca de su sirviente.

‐“Bueno, observo con agrado que en algunas cosas te esmeras mucho” – dijo mientras introducía los dedos entre los cabellos de brutus para acariciarle la nuca. –“Pero en otras eres incorregible y voy a tener que castigarte severamente”.
‐“Sin levantarte, quítate la camisa”. “Despacio, hazlo despacio” le ordenó su Ama que disfrutó por igual de la visión del torso de su sumiso y de su posición de poder.
‐“En posición de castigo sobre la mesa” ordenó severamente Isis.

Brutus se incorporó, se acercó al extremo de la mesa y se agacho sobre ella apoyando los codos y los antebrazos su respiración empezaba a agitarse ante la inminencia del castigo físico. Isis corrigió la posición con toques de fusta procurando que las piernas estuviesen correctamente estiradas y que no encorvase la espalda. Miró satisfecha la postura del sumiso y se acercó al instrumental para coger lo necesario.

Las manos del sumiso fueron inmovilizadas con unas muñequeras de cuero y estas a su vez se engancharon mediante un mosquetón a una cuerda que fue pasada por debajo de la mesa y anudada fuertemente al tablero y a las patas de la mesa con lo que el sumiso quedó totalmente a merced de su Dómina, ofreciendo el trasero en la posición idónea para que su Ama pudiese torturarlo a su antojo.

La Dómina eligió con cuidado el primer instrumento de castigo una pala de spanking bastante amplia y con forma de raqueta, la sopesó, la miro, la volvió a sopesar, la empuñó mientras la acariciaba con la otra mano y la estampó enérgicamente contra las nalgas de su sirviente, del que brotó un gemido agudo mientras apretaba los dientes. Ella le cogió del pelo y tiró con fuerza obligándole arquear la espalda hacia atrás y sin solución de continuidad le propinó dos soberbios paletazos que tensaron todo su cuerpo.

‐“Cuando te admití a mi servicio ya sabía que tu punto fuerte no era la limpieza de la casa” le dijo manteniéndole sujeto por el pelo, se lo decía casi susurrando al oído mientras con la pala acariciaba su arqueada espalda. Soltó su pelo y colocándose detrás de él le castigó los muslos con aquella pala de cuero.
‐“Sabía que tu fuerte no era la limpieza de la casa, pero pensaba que me proporcionarías placer a mi antojo” su voz era suave, se lo decía casi al oído. –“Pensaba que tenías claro que tu trabajo era darme placer...” y con un sonoro “Zasss...” la pala volvió a estamparse contra el culo del sumiso. Otro “Zasss...” este más fuerte que los anteriores arrancó un nada disimulado “Ay” de Brutus.
‐“…y me encuentro con que en lugar de buscar mi placer, el placer de tu Dómina, te entregas a tu propio placer mientras olisqueas mi ropa interior” y un nuevo “Zasss...” arrancó un nuevo y más agudo “Ay”.

La Dómina se volvió a colocar detrás de su sumiso y acarició con la mano toda su entrepierna, notando las palpitaciones que con ello provocaba en el miembro de su lacayo.

‐ “Deberías avergonzarte, depravado incorregible” y le dio un golpecito justo en los genitales con la palma de la mano. – “¿Te parece correcto? ¿Te parece correcto pensar en tu placer antes que en el de tu Dómina?” le preguntó mientas volvía a acariciarle la entrepierna.

‐ “No Dómina, no me parece correcto” dijo él con voz entrecortada por la excitación.
‐“No te preocupes sirviente indecoroso, que tu Dómina te dará tu merecido” dijo mientras desenganchaba las muñequeras de la cuerda que le sujetaba a la mesa. –“¡En pie!” ordenó decididamente.

Las manos de Brutus permanecían sujetas por las muñequeras. –“Las manos detrás de la nuca” ordenó Isis. En cuanto el sumiso hubo adoptado la postura, la Ama desabrochó el cinturón de Brutus y tiró de él, extrayéndolo de las trabillas del pantalón. Isis desabrochó sensualmente el pantalón de su siervo que no pudo contener un “¡Shisss!” de excitación que le costó un correazo en sus muslos “¡Serás marrano!” le reprochó su dueña, y le bajó los pantalones hasta los tobillos con un gesto enérgico.

‐“Quítate los pantalones, los zapatos y los calcetines” ordenó la Dómina.
Brutus obedeció aunque sus movimientos estaban limitados a causa de las muñequeras que sujetaban sus manos. Mientras él intentaba torpemente liberarse de los zapatos que se liaban con sus pantalones bajados la Dómina se acercó al instrumental y cambió la pala por un látigo de largas y finas tiras de cuero que repetidas veces se estrelló contra la espalda del sumiso.

‐“No te entretengas sumiso indisciplinado” le exigió ella, mientras dos nuevos latigazos alcanzaban las piernas y la espalda de Brutus. –“No, los calzoncillos no te los quites”.

Brutus quedó de pie con las manos enlazadas por aquellas muñequeras delante del cuerpo, cubierto tan solo por un slip negro. Ella se fijó en la prominente erección que exhibía su criado, y un suave latigazo se dirigió a su entrepierna, arrancando otro gemido mitad excitación mitad dolor.
‐ “Vuelve a tu posición de castigo” y el criado fue amarrado nuevamente a aquella mesa. – “El culo hacia arriba, bien hacia arriba” dijo Isis antes de descargar dos enérgicos latigazos sobre las nalgas de Brutus, las múltiples tiras de cuero se desperdigaron por el cuerpo del sumiso arrancándole un profundo gemido. Volvió a sonar el látigo, cada nuevo silbido del cuero cortando el aire era seguido por un chasquido que se entremezclaba con un nuevo gemido de Brutus.

La Dómina dejó el látigo en su sitio y cogió unas tijeras de enfermera, y con ellas en la mano acarició la espalda del sumiso que aparecía surcada por líneas rojas. La acarició suave y sensualmente, varias veces; suavemente se agachó sobre su sirviente y besó su cuello con
sensualidad, recorriendo con sus labios y con su lengua el cuello de Brutus, sintiendo como éste se estremecía de placer, arrancándole suaves sonidos guturales, haciéndole ronronear como un gato. Isis disfrutaba tanto del poder que sentía al ver a Brutus estremecerse de placer como había disfrutado de castigarle hacía tan solo unos segundos.

Acarició su pene con la yema de sus dedos y el criado no pudo reprimir unos “¡Ah, ah, ah!” encadenados, casi desbocados, Isis notaba la erección palpitante crecer al simple roce de sus dedos y eso la excitaba mucho. Pero el castigo debía seguir, y sin dejar de acariciar a su sumiso le recordó –“No te atrevas a correrte hasta que te lo ordene yo, y sobre todo no te atrevas a correrte hasta que me hayas proporcionado por lo menos un par de orgasmos”.

Cogió la parte lateral del slip con una mano e introdujo la tijera por debajo y sin dudarlo un solo segundo cortó el costado de un solo tajo. Brutus sintió que en la posición que estaba, con el culo en pompa y siéndole arrebatada la única prenda que todavía llevaba, su ojete quedaría totalmente al descubierto y vulnerable a la tortura de su Dómina. Antes de que hubiese terminado de asimilar esta humillante situación un nuevo corte de tijera le dejó totalmente desnudo y expuesto. Él intentó cerrar las piernas para proteger su intimidad, pero una fuerte palmada en sus nalgas le recordó quien mandaba. – “¡Separa las piernas, que vas a ser mi putita!” ordenó la Dómina.

Brutus intentó obedecer, pero la vergüenza de verse expuesto y vulnerable le dificultaba cumplir los mandatos de su Ama. –“Veo que eres una putita vergonzosa” dijo Isis. –“No te preocupes que tengo lo que te hace falta” y cogió de la mesa una barra de madera con una correa de cuero en cada extremo. Ató uno de los tobillos con una de las correas y otra fuerte palmada se estrelló contra las nalgas de Brutus. –“Separa las piernas, que vas a ser mi puta” mientras el otro tobillo era apresado por aquel instrumento, forzándole a tener las piernas separadas y el culo abierto. Una mezcla de vergüenza y de excitación se apoderó de Brutus.

Mientras estaba en aquella vergonzante posición, sin poder moverse, apoyado encima de la mesa con las manos sujetas a la misma y las piernas forzadas a estar separadas por aquel malévolo instrumento su mente ya empezaba a intuir que la siguiente víctima de las torturas y perversiones de Isis iba a ser su tierno y delicado ojete, un ojete en el que hasta este día no había entrado ningún útil de tortura; aunque parecía inminente que eso iba a cambiar en breve, y que su culito iba a ser inaugurado esa misma tarde. La inminencia de esta penetración le producía una curiosa mezcla de miedo y de deseo.

Brutus notó como un chorro de aceite resbalaba por la raja de su culo, mientras los dedos sabios y experimentados de Isis lo untaban alrededor de su esfínter, haciendo círculos y aumentando levemente la presión para favorecer la dilatación de su ano. Ni el propio Brutus podía decir si el dedito de su Dómina estaba ya dentro de él o si todavía estaba llamando a la puerta, lo único que podía decir es que se sentía tan expuesto, utilizado y avergonzado como excitado y deseoso de que su Ama poseyese su hasta ahora virginal agujerito.

‐“Eres una puta, una sucia perra de burdel” le dijo Isis susurrando. – “¿Acaso crees que no noto como tu culito palpita de placer?, ya tienes todo mi dedo metido dentro de ti, y noto que quieres más” susurraba ella mientras su dedo entraba y salía suavemente desencadenando ráfagas de un placer hasta ahora desconocido por Brutus.

‐“Ahora te voy a meter en tu culo de puta lo que estás deseando” dijo Isis, mientras le enseñaba un plug anal con vibrador incorporado. Primero apoyo la punta en el ojete con suavidad, el plug se introdujo unos pocos centímetros y ella empezó a moverlo con suaves círculos que poco a poco dilataban el esfínter del sumiso y permitían que ese instrumento se fuese introduciendo cada vez más en su lubricado culo. Isis aumentaba sabiamente la presión sin dejar de hacer ese movimiento circular, y de repente, Brutus notó como el plug se deslizaba y entraba dentro de su culo hasta el tope. Lo tenía todo dentro.

‐“No te emociones, puta, tu misión es darme placer, y la vas a cumplir, vaya si la vas a cumplir” y tras darle una sonora palmada en la nalga le desató las manos. –“De rodillas ante tu Dómina”, ordenó nuevamente autoritaria. Brutus obedeció pese a la incomodidad que le causaba la barra que tenía atada a los tobillos y que le forzaba a mantener las piernas separadas y a la extraña sensación de tener aquel artefacto metido en el culo.

‐ “Contempla a tu Dómina” le dijo, y él la contempló, bellísima, poderosa, con esas tetas que pugnaban por escaparse de su corsé y esos muslos prietos, atrapados en ese pantalón tan ajustado. Ella se dio la vuelta para coger otro instrumento de la mesa y Brutus aprovechó para deleitarse mirando el redondeado y prieto culo de Isis. Le hubiese encantado poder acariciarlo, morder suavemente esas magníficas y esféricas nalgas.

Isis se tomó su tiempo para elegir el nuevo instrumento de tortura, siendo perfectamente consciente de que con ello le estaba permitiendo a su criado recrearse mirándole el culo a sus anchas. Tras sopesar varios látigos eligió una disciplina de tiras de esparto trenzado que le había regalado hacía tiempo un viejo amigo, también Dominante como ella.

‐“Se lo que estás pensando marrano depravado” dijo ella al darse la vuelta, le miró fijamente y estrelló la disciplina contra Brutus una y otra vez provocándole una serie de quejidos entrecortados. El dolor del golpe se mezclaba con la áspera sensación del esparto sobre la piel y eso le hacía contraer el esfínter anal al ritmo que marcaban las descargas de la disciplina contra su cuerpo, y con ello, el plug que tenía metido en su culo le hacía sentir sensaciones nuevas, hasta ahora desconocidas para él.

Isis levantó su pie derecho y lo puso delante de la cara de Brutus. –“¡Bésame la bota, lacayo!” y Brutus la besó sintiéndose humillado y excitado a la vez, ansioso por lo que vendría después.


‐“Descálzame” le ordenó mientras cogía con la mano el mando del plug que su sirviente tenía en el culo. Brutus obedeció, manifiestamente excitado; lentamente bajó la cremallera de aquella bota, disfrutando el momento, aprovechando para acariciar la suave piel de su Dómina, atreviéndose incluso a besar la pantorrilla, a lamer el empeine y justo cuando estaba en ello notó como una sensación desconocida le invadía, una vibración en el interior de su culo le provocaba un extraño y nuevo placer, un escalofrío de gusto recorrió todo su cuerpo, no pudo evitar una cascada de gemidos incontrolados mientras la vibración que nacía en su ano se apoderaba de su polla causándole un placer casi indescriptible.

Un fuerte golpe de la disciplina le sacó de su estado de ensoñación devolviéndole a la realidad, más golpes, notaba como Isis al descargar el golpe arrastraba la disciplina sobre su piel haciéndole sentir la aspereza del esparto en cada centímetro de su cuerpo.  Cesó la vibración y la voz de su Ama volvió a apoderarse de su voluntad. –“El otro pie, y no quiero tener que recordarte que como te corras antes que yo el castigo será terrible”.

‐“Si Dómina, perdón Dómina” dijo mientras le quitaba la otra bota, aprovechando nuevamente para besar el pie de su ama.

Un nuevo latigazo de aquella disciplina sacudió a Brutus. –“Chupa el dedo gordo” ordenó Isis y Brutus obedeció con gran placer, deleitándose. Chupó el dedo gordo y uno por uno el resto de dedos, lamiendo el empeine con gran dedicación. Él, satisfecho, notaba que su acción estaba agradando a su Dómina y que le provocaba a esta un agradable escalofrío de placer que subía pierna arriba.

‐“¡Quieto! Me alegra que empieces a cumplir con tu verdadero cometido, así me gusta, pero ahora quieto y mírame”.
Isis se alejó dos pasos y apoyando su trasero en el borde de la mesa se desabrochó muy lentamente el pantalón mientras miraba los ojos de su sumiso que ardían de placer, brillando con luz propia al contemplar como su Dómina se desnudaba ante él.

De nuevo la Dómina accionó el mando del plug y una nueva oleada de vibraciones se apoderó de Brutus que no podía quitar los ojos de Isis que tranquilamente doblaba su pantalón y lo colocaba en el respaldo de una silla. El placer se apoderó de Brutus que se cogió la polla con la mano. –“No, no te atrevas” dijo secamente Isis mientras recuperaba su fusta y descargaba dos soberbios golpes sobre su incontrolado sirviente. Apagó el vibrador y tres fustazos en las nalgas pusieron a Brutus en su sitio.

‐“Quítame el tanga, con la boca, sin utilizar las manos”.

Brutus metía la lengua por debajo de la tira lateral del tanga a fin de poder atraparla con los dientes y tiraba hacia abajo. Él seguía de rodillas ante Isis, con la barra separadora en sus tobillos, y moviéndose torpemente alrededor del culo de su Dómina mientras con los dientes pugnaba por hacerse con el control del tanga.

Ella se apiadó de la desesperación de Brutus y fue ayudándole con pequeños movimientos y con la punta de sus dedos cuando hacía falta, hasta que por fin Brutus exhibía satisfecho entre sus dientes el tanga de su Dómina, como si fuese un trofeo.

Mientras Brutus estaba allí, de rodillas, con aquella prenda en la boca y mirando insolente a su Dómina, ella se desabrochó parsimoniosamente el corsé, mirando el efecto que ello provocaba en su sumiso, y otra nueva oleada de vibraciones invadió el ano, los genitales y la polla de Brutus, que seguía con los ojos fijos en su Dómina que se terminaba de quitar el corsé, dejando a la vista ese magnífico par de tetas, esos pechos suaves y turgentes esos esplendorosos pezones rosados de tamaño medio. Esas tetas tan cojonudas que su sola visión y el efecto del plug vibratorio ponían a Brutus al borde del orgasmo.

El vibrador se detuvo y dos fuertes fustazos sacudieron la espalda de Brutus y un tercero en sus genitales contuvo la excitación del lacayo, al menos de momento. –“¡Suelta!” ordenó la Dómina mientras tiraba del tanga que Brutus apretaba con los dientes. –“¡Suelta!” repitió enérgica mientras golpeaba el trasero de su criado de nuevo con su fusta.

Isis colocó dos sillas junto a la mesa separadas poco más de un metro entre sí y con los respaldos dando la espalda a la mesa. Brutus la contemplaba con creciente excitación, ansioso ya de que su Dómina usase de sus habilidades. Ella terminó de colocarlo todo con calma, dejándose contemplar por su sirviente. Se sentó en el borde de la mesa, con las piernas abiertas, colocando un pie en cada silla y apoyando las manos en la mesa. Brutus permanecía tan excitado como inmóvil, esperando la orden. Ella dejó su precioso conejito totalmente expuesto, iba perfectamente depilada, luciendo la piel suave y tersa de su monte de Venus.

‐“No lo mires tanto, tienes que ganarte el derecho a chuparlo” dijo la Dómina.
-“Empieza por los pezones, demuéstrame lo que sabes hacer”.

Brutus se levantó como pudo, el separador de piernas y el plug limitaban su movilidad. Se acercó deseoso a los pechos de su Dómina y suavemente los besó con sus labios entreabiertos, saboreando muy levemente el sabor salino de la piel de Isis, besó primero un pezón y luego otro, cogió delicadamente los dos pechos con las manos y los aproximó entre sí, a fin de poderlos besar casi a la vez, repartía los besos entre uno y otro pecho, unos besos cada vez más largos y más húmedos, recreándose cada vez más en cada uno, saboreando los delicados y sonrosados pezones de su Ama.

Lamió con dedicación, recorriendo con la punta de la lengua a lo largo y a lo ancho aquellos pezones que le enloquecían, de tanto en tanto Isis para premiarle encendía el vibrador del plug y Brutus se estremecía de placer, sus manos no paraban, ora acariciando un pecho, otra abriéndose paso por la cara interior de los muslos de la Dómina, con leves caricias, que llegaban incluso a rozar levemente su coño, provocando excitación a uno y placer a la otra.

Él podía notar cada vez que con el dorso de la mano rozaba el chochete como este cada vez estaba más y más mojado.
‐ “¿Puedo Dómina? ¿Puedo? ¡Por favor!
‐ “Adelante, con la lengua”

Brutus volvió a arrodillarse delante de su Dómina, esta vez con la cara bien metida entre los muslos de ella, que permanecía completamente abierta de piernas, con los pies encima de esas sillas, ofreciendo el esplendor de su sexo a su sumiso. Nada más poner los labios encima de su vulva arrancó un suave gemido a su Señora, lo cual le produjo un hondo placer, nada le daba más placer que darle placer a su Dómina. Besó suavemente, succionando discretamente los fluidos que empezaban ya a desbordar el chocho y ahora era Isis la que no podía contener los gemidos de placer, ello animó al lacayo a abalanzarse con su boca a la raja que tenía delante succionándola con avidez y buscando con su lengua el clítoris tan deseado. La lengua de Brutus recorriendo la rajita provocaron una autentica catarata de fluidos, él se ayudó de sus dedos, empezaron recorriendo aquella raja arriba y abajo y pronto se vieron abocados a un suave mete‐saca, mientras la lengua se concentraba en el clítoris, tan pronto haciendo círculos a su alrededor como atrapando el escurridizo botón entre lengua y paladar a fin de que la boca pudiera succionar ávidamente aquel sabroso saliente.

Los gemidos de Isis aumentaban en frecuencia y en intensidad, de hecho ella ya solo podía gemir, no podía ni articular palabra, los dedos de su sumiso chorreaban los fluidos que desbordaban de su coño, y Brutus aprovechó para con untar con ellos el ojete de ella; apareció en ella un leve temblor de piernas que acompañaba a los gemidos, un temblor que pronto invadió todo el cuerpo de la Dómina, Brutus se abalanzó con su boca sobre el sexo de ella, intentando abarcar todo el chochete , succionando y lamiendo a la vez, provocando con ello que los temblores se convirtieran en convulsiones. Convulsiones de la Dómina que desembocaron en un sonoro orgasmo.

Brutus estaba completamente satisfecho de sí mismo, había conseguido proporcionar a su Dómina un estrepitoso placer y solicitó –“¿Permiso para correrme Dómina?”.
‐ “No, Brutus, no. Lo has hecho muy bien, pero ya te he dicho que hoy no te podías correr hasta que no me hicieses a mí correr dos veces”.
‐“¡Lo suplico Dómina!”
‐ “¡No! ¡A cuatro patas!” y Brutus obedeció cada vez más excitado.

La disciplina de esparto volvió a acariciar con sus golpes al sumiso, en cada golpe ella dejaba arrastrar el esparto por la piel del Brutus. La Dómina le desató los tobillos librándole de aquella barra y permitiéndole por fin juntar las piernas, al juntarlas notó con más intensidad el plug que tenía en el culo.

Con un tirón en el pelo ella le forzó a erguir la espalda, permaneciendo de rodillas.
-“Las manos detrás de la cabeza” ordenó ella con voz tranquila. Y Brutus fue esposado, y las esposas enganchadas a un collar que le puso justo después.
‐“De pie” y se puso de pie, con las manos inmovilizadas detrás de la nuca. Ella le acarició la polla que palpitaba como si tuviera vida propia y acto seguido le agarró los testículos con fuerza, tirando hacia abajo y retorciendo, lo que arrancó un sordo gemido que brotaba de lo más profundo del sumiso. –“Ni pienses en correrte” le amonestó ella.

Isis volvió a colocarse en el borde de la mesa, pero esta vez sin apoyar los pies en las sillas. –“¡Ven!”. Y él se acercó, apoyando su pene en la entrada de la dulce cueva de su Dómina, una fuerte palmada en las nalgas fue la señal de que debía penetrarla.

Dos sonoras y seguidas palmadas resonaron, provocando que Brutus aumentara el ritmo del bombeo, allí de pie, mientras Isis se sujetaba en su cuello. Un fuerte pellizco en uno de los pezones del sumiso arrancó un nuevo quejido de Brutus, acompañado con ello los gemidos de placer de su Dómina.

‐ “¡Por favor!” balbuceó de manera entrecortada Brutus, suplicando permiso para correrse.
‐“¡No!” gritó la Dómina y cogió unas pinzas para pezones que había dejado a mano y se los puso a Brutus mientras con palmadas en sus nalgas le exigía que no dejase de bombear.
Las pinzas se retorcieron con ambas manos arrancando un grito ahogado de dolor. Un dolor placentero e intenso a la vez.
‐“¡Fuerte! ¡Fuerte!” exigía Isis respaldando sus palabras con golpes de fusta en las nalgas de Brutus que bombeaba desbocadamente consciente de que su Ama estaba empezando a sentir leves sacudidas.

-“¡A fondo! ¡Dale! ¡Dale!” y retorcía las pinzas de los pezones de Brutus que disfrutaba de ver como su Dómina se corría. Isis se convulsionaba sintiendo como oleadas de placer recorrían todo su cuerpo dejándola exhausta y satisfecha. Una caricia por el cuello y la espalda de su sumiso fue la señal de que este podía dejar de bombear.

‐“¡Por favor! ¡Por favor! ¡…suplico...!” Brutus casi no podía articular ninguna palabra inteligible, estaba a punto de estallar.
‐“¡Ven aquí!” Dijo ella, mientras se sentaba en una silla enfrente de su sumiso que estaba de pie, con aquella atadura que le mantenía las manos enlazadas detrás de la nuca. Él se aproximó, mientras ella se cogía los pechos, uno con cada mano, invitándole a colocar su palpitante polla en medio de sus magníficas tetas. Él se restregó por el canalillo, arriba y abajo, sintiendo un placer intenso que se apoderó de todo su ser.

-“¡Adelante! Dijo ella y por fin Brutus pudo dar rienda suelta a su placer, el semen salió a borbotones de su polla, desbordándose, inundando las tetas de Isis de leche caliente y espesa que se pegaba a su piel. –“¡Toda, la quiero toda!” y Brutus se afanaba en seguir restregando su miembro por todas las tetas de su Ama moviendo frenéticamente la cadera mientras tensaba sus inmovilizados brazos y todo su cuerpo era recorrido por un explosivo orgasmo.

Isis estaba satisfecha de su sumiso y le premió con un largo y cálido beso mientras le liberaba de sus ataduras y le acariciaba la nuca como recompensa a sus buenos servicios.
‐“Eres un buen sumiso, aunque me has dejado las tetas llenas de leche. Vas a tener que limpiarlas. ¡Con la lengua!”.


Pdta: Una aportación anónima, que nos permite ver la Dominación desde el punto de vista femenino.

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