Nunca había tenido una relación muy fluida con mi jefa. Se
trata de una mujer borde, con mala uva, y que tiene atemorizada a toda la
planta. Aquel día debía hablar con ella por un problema familiar, y ni corto ni
perezoso me dirigí a su despacho. Piqué a la puerta, y al no escuchar nada,
abrí la puerta.
Allí estaba ella, delante del PC, y hablando por teléfono.
Nada mas verme, se calló, cambió el tono de voz, y tras hacerme un gesto con la
mano, para que me sentara, salió de su propio despacho, con el teléfono en la
oreja. Era obvio que no quería que supiera de lo que estaba hablando. Aún así,
me había dado la sensación de que utilizaba un tono muy meloso, muy sexy, con
quien sea que estuviera hablando.
Una vez solo, en el despacho, no pude evitar ver un papel,
encima de la mesita, con un teléfono escrito. Lo más raro, es que aquel teléfono
comenzaba por un 803, como casi todos los teléfonos de las líneas eróticas.
Tras pensarlo 30 segundos, mi curiosidad fue tal que no me quedó otro remedio
que levantarme y sentarme delante de su PC, que con las prisas no había
bloqueado.
En pantalla, en primera página, había un hombre
elegantemente vestido, de muy buen ver, con un texto que ponía 'Desnúdate, y arrodíllate
ante tu Amo'. Debajo aparecía un teléfono erótico que coincidía con el que había
en el papel escrito. Estaba claro que la furcia de mi jefa estaba llamando a
una línea erótica. Justo debajo de aquella ventana, había otras dos, un correo mail
llamado 'Puta sumisa', y un blog abierto, de algún amo, en el que habían
multitud de relatos sexuales de temática BDSM. Era evidente que mi jefa deseaba
ser sumisa y que la trataran como a una perra.
Tras unos minutos ojeando sus emails y su historial, se
abrió la puerta y apareció ella. Su cara al verme sentado delante del PC fue de
sorpresa.
- "¿Se puede saber que haces sentado en mi sitio?",
dijo claramente enfadada.
- "Cierra la puta boca, entra, y corre el pestillo para
que nadie pueda molestarnos.".
La manera en que la contesté la sorprendió tanto que
entendió que algo pasaba. Tras 5 o 6 segundos pensando, decidió que lo mejor
era hacerme caso, y no armar un follón.
- "¿Crees que esa es manera de hablar a tu jefa?".
Preguntó de manera entrecortada. Había bajado el tono de voz, se notaba.
- "Te he dicho que te calles y que vengas aquí.".
Ella me hizo caso y se acercó a mi lado, delante del PC. Rápidamente
se dio cuenta de que no había cerrado las ventanas de Internet y que yo había
descubierto sus gustos sexuales.
- "Puedo explicarlo todo...", me dijo.
- "No hace falta que me expliques nada. Esta es la tercera
vez que te digo que cierres la boca y me escuches. ¿Vas a callarte de una puta
vez?".
Ella sintió que algo estaba pasando allí y decidió asentir
con la cabeza, sin decir nada. La verdad es que aquella situación era
claramente peligrosa, tanto para ella como para mí. Podíamos quedarnos sin
trabajo los dos, y no era precisamente lo que yo quería. Tras darle un par de
vueltas en la cabeza, rapidito, tiré por el camino del medio, y me puse duro.
- "Bien, quiero que sepas que he sido Amo durante más
de 10 años, y que he tenido varias sumisas y aprendices a mi orden. Soy un buen
Amo, al que le gusta azotar, pellizcar, sodomizar, masturbar y follar a sus
perras. Voy a educarte para convertirte en mi perra, de esa manera sabrás lo
que significa que te den órdenes y que tengas que obedecerlas. Deberás
respetarme, obedecerme y satisfacerme sexualmente."
Ella estaba completamente sorprendida, sin palabra delante de
mí.
- "Ahora vas a sentarte en la silla, y vas a pensar en
los próximos 10 segundos, si quieres ser mi sumisa, o si quieres que le cuente
al director lo que aquí ocurre."
A pesar de que continuaba en estado de shock, no tardó mucho
en responder, le daba demasiado miedo ser expulsada del trabajo y necesitaba el
trabajo.
- "Seré tu sumisa...".
- "Bien, levántate, y ponte en medio de la sala. Quiero
verte enterita."
Nerviosa completamente, y aun extrañada, se colocó en el
centro de su despacho, lo que aproveché para dar 2 vueltas a su alrededor,
mirando su cuerpo. Me coloqué detrás de ella, acerqué mi polla hasta su culo, y
agarré con fuera sus pechos, masajeándolos, mientras olía su perfume. Su
respiración había cambiado y ahora era mucho más profunda y marcada. Estaba excitándose
con la situación.
Agarré su chaqueta, y la tiré sobre el sofá. Luego
desabroché su blusa, y la lancé también al mismo sitio. Para acabar, bajé su
falda, dejándola en ropa interior delante mío, con los zapatos de tacón
puestos. Me coloqué delante de ella, para asegurarme de que pudiera verme la
cara, y comencé a masajear otra vez sus pechos, mientras acariciaba igualmente
su chochito. No tardé mucho en quitarle el sujetador y las braguitas, para
dejarla completamente desnuda, vestida únicamente con sus impecables zapatos,
delante mío.
Nunca me la había imaginado desnuda, y aunque no era fea, su
carácter agrio me había impedido siempre verla como a una mujer sexy y
elegante. Pero allí, sin ropa, para mí, pude ver cómo era realmente. De unos 45
años, morena, delgada y con un pelo largo, sus pechos permanecían erguidos a pesar
de su edad, y su culito estaba más duro de lo que yo imaginaba. Se notaba que hacía
deporte.
- "Ahora vas a apoyarte en la mesa, perra. Vas a ser
castigada por cómo te has portado conmigo.". Ella me miró, y tras dudar,
me obedeció, dejando su culo a mi merced.
"Zasss..." Primer azote.
"Zasss..." segundo. Un gemido salió de su boca.
"Zasss..." Tercer azote. Ella miraba de reojo, con
una mezcla de placer, dolor y sorpresa.
Tras ojear un poco por el despacho, vi una especie de
obelisco, del tamaño de un consolador, con una inscripción debajo:
"Recuerdo de Buenos Aires". Lo agarré, y sin decirle ni pio a mi
nueva sumisa, lo introduje en su vagina, hasta el fondo. Un gritito salió de su
garganta, sorprendida con la brusquedad de la penetración y el frio del
obelisco.
En ese momento comencé un movimiento suave, al principio, y más
rápido luego, metiendo y sacando el obelisco del coñito de mi jefa. Cada dos o
tres empujes, para hacerla sufrir un poco, la azotaba un par de veces, y
pellizcaba sus pezones, con ganas. De repente, una imagen vino a mí, su famosa
pluma Dupont. Estaba allí encima de la mesa, elegante. La había visto 100
veces. A ella le gustaba pasearse con su pluma francesa haciéndose la
importante.
Sin pensarlo dos veces, agarré la pluma, al revés, y clavé
el mango en su culo, hasta el fondo. Un grito, más fuerte, salió de su boca.
Eso no se lo esperaba.
- "Cállate, puta. Te has pasado meses paseando con tu
pluma por ahí, y ahora la tienes en tu culo. De hecho, es como si tuvieras una
polla argentina en tu conejito y otra polla francesa en tu culo. Vas a ser
castigada por tu Amo."
Y así, dicho y hecho, me dispuse a azotarla, con más
ganas... "Zasss", primer azote, "Zasss", segundo... así
hasta 20 azotes. Cada 3 azotes me paraba, y me dedicaba a jugar con ella. Movía
el obelisco dentro de su chochito, movía la Dupont en su trasero, y pellizcaba
sus pezones con más intensidad.
Después de unos minutos de sufrimiento, sodomización,
azotes, y masturbación, mi nueva perra estaba a punto de correrse, lo cual era
completamente inaceptable.
- "No puedes correrte, sumisa. Esto es un castigo por
haber sido mala con tu Amo, y no tienes permiso para correrte. Al menos no aún.
Ahora quiero que te arrodilles ante mí, desnuda, sin sacarte los juguetitos de
tus agujeritos, y que me des placer a mí, tu Domine.".
Mientras ella se arrodillaba ante mí, e intentaba adoptar
una posición que le permitiera mantener los dos objetos en sus orificios, yo
bajé mis pantalones y mi calzoncillo, lo cual liberé mi pene, ya completamente
duro y tieso. Sin darle tiempo a respirar, me di media vuelta, y le ofrecí mi
culo para que lo chupara. Era obvio que ella no lo había hecho nunca, pero sin
darle opción a otra cosa, agarré su cabeza, y la hundí en mi culo.
- "Cómeme el ano, puta, hazme gozar.".
Tras un rato en el que ella hizo lo que pudo, me giré y
coloqué mis pelotas a la altura de su boca, y agarrándola otra vez por la
cabeza, la obligué a comerme los huevos.
- "Ahora chúpame las pelotas mientras acaricias mi
rabo, perra."
Mi jefa ya estaba completamente desatada. Estaba cachonda
perdida, al borde de correrse, y saboreaba mis huevos con ganas, primero el
izquierdo y luego el derecho, mientras acariciaba mi polla. Movía la mano
arriba y abajo, a lo largo del miembro, subiendo y bajando la piel, provocando
que me pusiera como una moto.
Y entonces, cuando menos se lo esperaba, saqué mis huevos de
su boca y clavé mi hermoso pene, duro como una piedra, en su boca. No iba a
permitir que ella me la chupara, iba a ser yo el que le follara la boca. Su
primera arcada no tardó mucho en llegar, igual que su primer hilillo de saliva.
Agarré con fuerza su cabeza, apretándola contra mí, y comencé a penetrarla con
decisión, dejándola respirar cada vez que se atragantaba...
Y justo en el último arreón, cuando estaba seguro de que vas
a correrte, me paré unos segundos, y le dije:
- "Mueve la lengua, perra. Vas a tragarte la leche de
tu nuevo Amo."
Un chorro de semen, a presión, salió de mi glande, camino de
su garganta, provocando que se atragantara y le vinieran arcadas.
- "No he acabado, sigue tragando", le ordené
mientras clavaba otra vez mi polla en su boca.
Entonces la dejé suelta un poco, para que ella pudiera lamer
como dios manda mi miembro buscando las gotitas que quedaban. Mi leche caía por la comisura de sus labios, y
goteaba sobre sus pechos.
Tras dejar mi pene bien limpio, me aparté un par de metros
de ella, y mientras me vestía, le di un par de órdenes:
- "A partir de ahora, deberás tratarme con el respeto
que me debes, subirás mi sueldo un 50% sin decírselo a nadie, y serás mi perra
particular. Te follaré cuándo y cómo yo quiera. A cambio, nadie más que yo conocerá
tus vicios más oscuros, y yo te educaré como la sumisa que quieres ser. Yo seré
tu Amo."
Finalmente, antes de abrir la puerta y marchar, me giré
hacia ella y le dije:
- "Hoy has sido una buena puta, me has dado placer y
has aguantado el castigo sin quejarte. Puedes masturbarte mientras piensas en
mi."
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