Maya, castigada sin correrse.



La semana anterior me había portado mal. El día antes de nuestra sesión me había enterado de que me sería muy complicado acudir a la cita, pero no quise aceptarlo, me convencí a mí misma de que sí que podría encontrar una forma de disfrutar una nueva sesión con el Profesor Domine, pero evidentemente no fue así y me vi obligada a anular la cita a pocas horas de la hora a la que habíamos quedado. El Profesor se molestó conmigo y no sin razón; si yo hubiese aceptado mis limitaciones, él y mi hermanita auriel habrían podido disfrutar de un encuentro y mi Domine hubiera estado atendido como merece, pero fui egoísta, pensé mas en mí que en mi Amo, y negué la evidencia. Necesitaba un castigo y Él me lo iba a proporcionar.

Cuando llegamos al hotel el recepcionista nos preguntó si queríamos tomar algo y mientras iba a buscar las bebidas el Profesor empezó a sobarme los pechos. Aquel simple hecho ya me puso muy caliente, por el hecho de empezar a ser usada en un lugar público con un riesgo evidente de ser “cazados”. Me quedé muy quieta mientras Él lo hacía, excitada y alerta, hasta que oí un ruido que decía que el recepcionista regresaba y di un bote, asustada. Cuando llegamos a la habitación ya me sentía mojada.

Los primeros minutos de la sesión mi Domine los dedicó a explicarme el porqué del castigo, aunque yo sabía muy bien a qué era debido, mientras sobaba y pellizcaba mis pechos por encima de la ropa.

- Si me lo hubieras dicho el día antes, maya, yo podría haber disfrutado con tu hermanita, pero te pudieron las ganas de estar conmigo, no fuiste realista y al final nos perjudicaste a auriel y a mí. Eso es intolerable.
- Sí, mi Domine –decía yo avergonzada.

También me explicó en qué consistiría el castigo; en la sesión de hoy no podría correrme, ni durante la sesión, ni después en casa. No podría tocarme al menos hasta que llegasen las 12 de la noche. La sesión de hoy sería exclusivamente para el placer del Profesor Domine, para compensarlo por mi falta. Me lo había ganado sin ninguna duda, aunque solo con aquello ya sentía la tela de mi tanga mojadita de la excitación y me preguntaba, si la cosa continuaba así, cómo haría mi Domine para conseguir que no me corriese.

Tras esos primeros minutos el Profesor me ordenó que me quedase en ropa interior y así lo hice. Luego me ordenó que me pusiera a cuatro patas en la cama y obedecí. Él comenzó a azotarme el culo, primero con la mano, luego con la fusta, haciéndome que mirase al espejo que tenía al lado para que viera lo perra que soy.

De vez en cuando me preguntaba “¿Quién eres, sumisa?” y yo respondía “Soy su puta perra, mi Domine”. Él sonreía y seguía azotándome. Me excitó muchísimo aquello, ver su cara de placer mientras me daba aquellos azotes, verme postrada aguantando su castigo, ver cómo se enrojecía la piel de mis nalgas más a cada golpe, causando un contraste visual entre el negro de mi tanga, el blanco del resto de mi piel y el rojo cada vez más intenso.

Los últimos azotes que me propinó ya no solo escocían sino que dolían directamente. En ese momento el Profesor se detuvo, cogió un par de consoladores, me bajó las bragas y me penetró los dos agujeros con ellos hasta llevarme al borde del orgasmo.

Yo jadeaba y gemía sin control. Pero mi Domine ya me conoce muy bien, sabe cuándo estoy a punto, así que justo en ese momento se detuvo, me subió el tanga de nuevo para que sujetara los juguetitos y me ordenó incorporarme. Me colocó delante del espejo con él a mi espalda, y así, penetrada y cachonda a más no poder me volvió a sobar las tetas a su capricho, pellizcando mis pezones, mirándole a los ojos y viendo mi cara de puta.

Lo acompañé al baño donde me ordenó lavarle bien, y lo hice con mimo y dedicación, sintiendo los consoladores metidos en cada uno de mis movimientos. Lo sequé con cariño y me condujo de nuevo a la cama, donde el Profesor me ordenó que lamiera sus pies, estando yo de rodillas en el suelo, mamándolos, jugando con sus deditos en mi lengua y lo hice entregada hasta que decidió que era suficiente.

Había llegado la hora de dar a mi Domine un masaje para el que me había estado preparando toda la semana, viendo videos y leyendo en internet cómo debía hacerse. Empecé con su espalda, luego pasé a sus piernas y glúteos, para pasar a continuación a su culito, su perineo y sus testículos.

Aun estando boca abajo veía cómo su polla de vez en cuando me ofrecía una gotita de aquel líquido sublime de excitación y placer. Yo debía lamer, sorber esas gotitas, y dar las gracias por cada una de ellas, y lo hacía cada vez que podía, agachándome para recogerlas con mi lengua y con mis labios. Aunque ya que estaba allí…



- Mi Domine, ¿me da usted permiso para lamer sus huevos?
- Sí, maya, tienes mi permiso.

En cada gesto sentía cómo se movían los consoladores de coño y mi culo y eso me ponía aún más excitada. En algún momento tuve que recolocarlos ya que, concentrada en mi tarea, no había notado que la tela del tanga se había escurrido y había empezado a escurrirse alguno de ellos. Pero seguí con el masaje, con mis manos y mi lengua, hasta que mi Domine decidió darse la vuelta. Habían pasado cuarenta minutos de masaje cuando lo hizo. Yo seguí esta vez centrándome en su sexo, despacio porque las órdenes eran claras; el Profesor Domine debía correrse cuando él lo decidiera.

Transcurrida una hora desde el inicio del masaje, mi Domine decidió que tenía hambre. Yo, a orden suya, había llevado algo de comer para Él en una fiambrera, y había llevado un plato y cubiertos para que pudiera comer durante la sesión, ya que ésta coincidía con la hora de su comida.

El Profesor me ordenó ponerme a cuatro patas, con la cabeza entre sus piernas, para servirle de mesa. Nunca lo había hecho y temía no dejar la espalda lo suficientemente plana o hacer algún movimiento que provocase un desastre, así que estaba bastante asustada.

Con el primer bocado mi Domine me dijo que le gustaba lo que le había llevado (una ensalada de arroz fría) y que podía empezar a lamerle los huevos de nuevo. Lo hice apenas sin moverme, estirando el cuello para alcanzarlos y observando la polla del Profesor, que seguía derramando sus exquisitas gotitas, para poder recogerlas con mi lengua cuando se produjeran. Pero apenas sin moverme y sintiendo los consoladores haciendo de las suyas.

En un determinado momento, el Profesor Domine se detuvo, se puso en pie y fue a mover los juguetes de mi culo y mi coño como sólo él sabe hacerlo, llevándome otra vez al borde del orgasmo, sin poder reaccionar, sin poder moverme porque aún sostenía su comida en mi espalda… No sé cómo conseguí que no se cayera nada.

Él volvió a sentarse con las piernas a los lados de mi cabeza y me ordenó meterme su polla en la boca. Estirando el cuello, girándolo, lo hice y empecé a mover la lengua a su alrededor, despacio y a frotar su glande con la misma, sin poder hacer nada más para no moverme, muy despacio, porque mi Domine no quería correrse todavía.

No fue hasta que acabó su comida que se puso en pie y me dio permiso para hacer que se corriera. Yo ya incorporada pero de rodillas aún, chupé y mamé como llevaba casi dos horas deseando hacerlo. Tenía órdenes concretas también para ese momento; mi Domine no quería correrse en mi boca sino en mi cara, así que en cuando sentí sobre la lengua la primera gota de su eyaculación, saqué su polla de la boca y seguí masturbándole, sin separar un milímetro su polla de mi cara, moviéndola de una mejilla hacia la otra.


Cuando su orgasmo terminó lamí su glande para limpiarlo con mi lengua y recoger hasta la última gotita de mi premio. El Profesor me miraba cuando todo acabó, de rodillas, penetrada, excitada, con la cara cubierta por su semen y se deleitó mirando durante un ratito, hasta que dio una nueva orden:

- Ahora sumisa, recoge mi leche de tu cara y cómetela, es tu comida de hoy.

Lo hice despacio y con cuidado, empujando con dos dedos hacia mi boca todo el líquido que podía, y chupando mis dedos para recogerlo todo, relamiéndome para aprovechar un poquito más de mi premio.

No sé cuánto tiempo llevaba de rodillas cuando el Profesor me ordenó incorporarme. Me dolían las piernas por estar de rodillas, el culo por estar penetrado y el vientre por la constante excitación que había sentido mi cuerpo durante todo aquel tiempo. El Profesor me dio permiso para sacar los consoladores antes de ir a lavarlo de nuevo al baño. Esta vez lo lavé a conciencia, para retirar de su cuerpo los restos del aceite del masaje, y centrándome de nuevo en su sexo que volvía a estar erecto. Al verlo, al sentirlo en mi mano, al secarlo con cuidado, no podía evitar la sonrisa en mi cara.

- ¡Cómo te gusta todo esto, maya! –rio mi Domine -. Anda, lávate la cara que así no puedes salir a la calle.
- Gracias, Profesor.

Lo hice no sin pena, porque aquel era mi premio y parte de él se estaba yendo por el desagüe. Pero el Profesor tenía razón, no podía salir así a la calle. Cuando terminamos nos vestimos, le llevé de vuelta a su trabajo y Él me dijo algo que me hizo sentir muy orgullosa.

- Estoy muy contento contigo, maya; hoy has traído todo lo que te había pedido, has hecho tus deberes, has aguantado los azotes y el castigo sin quejarte y has sabido purgar tu culpa. No podrás masturbarte hasta mañana, pero recuerda que a las 00:01 ya será mañana.

- Gracias, Profesor –dije con una enorme sonrisa en los labios. 


Un relato de maya. 

Comentarios

  1. Me encanta la foto, son mucho mejores estas de gente real, que lkas de modelo, son a mi parecer, mas morbosas y calientes, yo tengo algunas mias, pero no me atrevo a publicarlas. Un saludo

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    1. Eso es simple... tapa tu cara, o cualquier rasgo que pudiera identificarte, y publicarlas. Si no te atreves a hacerlo en tu pagina, siempre puedes publicarlas en otro Blog... como el mio.

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  2. Gracias, por tu oferta, la tendre en cuenta, pero aunque he publicado ya algunas, en otras paginas, ahora estoy en un momento delicado y no puedo.
    Pero para mi seria un honor que me publicaras alguna, si es que consideras que tienen suficiente interes para tu Blog, cuando resuelva un problema que ahora mismo tengo.
    Un saludo

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  3. Que delicia..me encanto quisiera que alguien hiciera eso conmigo

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    1. Si quieres que alguien haga eso contigo, es que necesitas un Amo, alguien a quien entregarte.

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