Prohibido chupar, sumisa.


Aquel día estaba especialmente nerviosa. Había llevado demasiadas cosas sin sentido y se me había olvidado llevar algo tan importante como el lubricante para que mi Domine me pudiera sodomizar como es debido. También había llevado la fusta, la cual el Profesor Domine aprovechó para castigarme, primero por encima de la ropa, luego sin ella, primero de pie, luego adoptando la posición debida. De hecho ya estaba completamente desnuda y azotada cuando mi mentor me ordenó empezar a desnudarle.

Siempre empiezo por la camisa, desabrochando con cuidado y ayudándole a quitársela, para luego ponerme de rodillas y seguir con sus zapatos, calcetines, cinturón, pantalón y calzoncillo. Estando así, aún de rodillas ante él, con mi cara a la altura de su sexo, miré a la cara al Profesor.

- Maya, ya sabes que no debes mirarme directamente a la cara a menos que yo te lo diga.
- Lo siento, mi Domine.

Yo bajé la mirada, centrándola en lo que tenía justo en frente, su sexo, su polla dura y húmeda. El Profesor no se movió ni un milímetro durante un rato. Yo estaba nerviosa y excitada, no sabía lo que esperaba de mí, y me moría por empezar a darle placer, así que abrí la boca acercándome hacia él.

- No chupes, sumisa.
Me quedé quieta, mirando su polla, con la respiración agitada porque me moría por incumplir esa orden, pero no lo hice. Me relamía nerviosa, no lo podía controlar.
- Quiero que te quedes quieta, que no chupes. Deja tus labios quietos.

Él se cogió la polla, que ya tenía el glande humedecido casi por completo por la excitación, y empezó un baile con ella que me ponía más cachonda a cada segundo. Empezó rozando esa cabecita por mis mejillas. Yo sentía su dureza, su deliciosa humedad, me moría por alargar la lengua, pero sabía que no me estaba permitido.

Lancé una mirada furtiva hacia sus ojos, y la volví a bajar de inmediato. No podía controlar la respiración, así que tuve que abrir la boca un poquito para normalizarla. El Profesor Domine aprovechó para hacer pasar su glande esta vez por mis labios… ¡Oh, Dios! Me moría por saborearlo, pero no podía, lo tenía prohibido. Él me pintó los labios con su humedad, suave, despacio, haciendo que la deseara más aún.

- No chupes, puta. Quédate bien quieta.

Yo estaba tan excitada que no podía ni hablar. Despacio fue pasando su polla por mi barbilla, luego volvió a mis labios entreabiertos, luego fue subiendo hasta mis párpados, haciendo que cerrase por primera vez los ojos, dejando de ver el objeto de mi deseo por un momento. Sentía toda mi cara cubierta por su líquido pre seminal, con aquel aroma sublime, sabía que era debido a su excitación y enloquecía de impaciencia por saborearlo, pero no podía.

Por fin, el Profesor regresó a mis labios, no podía hacer nada más, pero al menos podía mirar aquella polla que me estaba llamando a gritos. Creo que en aquel momento debía estar roja, jadeante, mojada hasta los tobillos, o al menos esa era la sensación que tenía.

Empezó a apretar su polla hacia dentro de la boca y yo perdí del todo la cabeza, empecé a rozarla con la lengua.

- Te he dicho que no chupes, sumisa. No muevas la lengua, ni los labios, no tienes derecho a chuparmela.

Bajé la lengua, abrí más los labios para dejar el camino libre al capricho de mi Domine, respirando sin control, cerrando por momentos los ojos para concentrarme. Él fue metiéndola poco a poco, llevándola de arriba hacia abajo, de la lengua al paladar, cada vez más adentro… y yo sin poder chupar.

El Profesor siguió metiéndola hasta llegar a mi garganta, cortando por un momento mi respiración. Sentía toda la polla metida dentro de mi boca, quería cerrar los labios, usar mi lengua, chupar, lamer, dejarme llevar por todo aquel deseo, pero no debía y no lo hice. Solo me quedé quieta, con la boca abierta, la lengua quieta.

- No chupes.

Repetía el Profesor de vez en cuando, como si leyera mi mente. La metió y sacó varias veces del fondo de mi garganta. Yo ardía.

Finalmente la sacó de mi boca, golpeó un poquito mis mejillas con ella, mientras yo recuperaba la respiración, desquiciada por el deseo. Luego volvió a quedarse quieto delante de mí. Yo no podía dejar de mirar su polla, no podía dejar de mirarla…

Cuando acabó de hacerlo estaba cachonda perdida, y él también. No fue algo agresivo, no implicó ningún dolor, pero me hizo sentir su esclava más que cualquier otra cosa. Y me encantó sentirme así.

La sesión continuó, y fue, como siempre, excitante hasta el extremo, morbosa y repleta de todo tipo de placeres. Pero ESA sensación, de sometimiento absoluto por mi parte y dominio por la suya, de deseo y contención, fue algo sublime y la guardaré en mi memoria durante mucho tiempo.




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