Yo te desvirgué, sumisa. Tu culo me pertenece.
Llegaste a mi virgen del culo, nadie había
atravesado tu ano hasta entonces, y la idea te daba cierto miedo. A pesar de tu
edad y de tu experiencia, nadie había penetrado tu culito.
Desde el primer día en que hablamos te dejé claro que follaría
tus tres agujeritos: tu boca, tu coño, y tu culo. No me pusiste pegas por
meterla en tu boca. Al contrario, me demostraste que te encanta chupármela y
que te mueres por lamerme enterito. Tampoco pusiste pagas a la hora de follar
tu conejito. Eso era lo que buscabas desde el principio, además de ser
sometida.
Pero tu virginidad anal, que habías preservado durante años,
te daba miedo. No sabias si te iba a doler o si te iba a molestar demasiado. Habías
leído muchos artículos al respecto y te aterraba descubrir que podía dolerte.
Sin embargo, también habías leído artículos en los que hablaban maravillas
sobre el sexo anal. No sabías que pensar, y más por seguridad que por otra
cosa, preferías no probarlo.
Aún así, te dije que follaría tu culo, que te introduciría
en el mundo del sexo anal, y que lo haría de forma gradual y con cuidado. Yo
iba a cuidar de ti, de tu trasero, y de tu placer.
Así pues, llegó el día. Tú estabas nerviosa. Por mucho que
mis palabras te hubieran calmado, seguías temiendo que el dolor fuera mayor que
el placer. Habías leído a mujeres a las que el desvirgamiento del culo les había
dolido y mucho. Te repetí que ya lo había hecho, y que yo sabía lo que hacía.
Prometí ser dulce y suave, y así lo hice.
Tras colocarte a 4 patitas en la cama, ofreciéndome tu
trasero, acaricié suavemente el ano, para estimularlo. Puse un poquito de crema
lubricante, y utilizando un pequeño plug anal, fui dilatando aquel esfínter
poco a poco, lubricándolo, y logrando que admitiera aquel aparatito.
Unas palabras dulces ayudaron a relajarte. Es muy importante
para el sexo anal que la persona receptora esté relajada, sin tensión. Hay que
recordar que el ano es un esfínter, y como cualquier esfínter, cuando te tensa
tiende a cerrarse. Al contrario, si se relaja, se abre y deja pasar los objetos
sin problema.
- Relájate, sumisa, estate tranquila. Yo sé lo que me hago,
y sabré cuidarte.
Después de aceptar por completo aquel dilatador, lo dejé
allí unos minutos, provocando que el ano se relajara completamente. Aproveché
el momento para sacar y meter varias veces el plug en tu culito, estimulando
así aquella zona.
Finalmente, tras unos minutos jugando con aquel aparatito,
llegó el momento de follarte. Sabía que ya no te dolía porque tus gemidos habían
cambiado completamente su intensidad.
Puse otra vez un poquito más de crema lubricante, y lo
esparcí por el culito. Asimismo, unté mi dura polla con aquella cremita, para
facilitar la entrada.
Una vez lubricado, saqué el dilatador de tu ano, y con
cuidado introduje la puntita del pene. Un gemido me dejó claro que lo habías
notado, que sabias que mi polla había entrado en tu ano.
- Tranquila, sumisa, estate relajada. ¿Notas la puntita,
como está dentro? Eso significa que
oficialmente ya estás desvirgada. ¿Ves como no te ha dolido tanto?
Asentiste con la cabeza. Era la primera vez que sentías una
polla en tu culo, y tus sensaciones se entremezclaban.
Yo, con sumo cuidado, y con mucho mimo, continué empujando
poco a poco, introduciendo mi miembro, erecto completamente, hasta el fondo. No
tardé mucho en tener mi polla completamente dentro de tu culo.
- Ya está sumisa, ya está enterita dentro. ¿Estás bien?
- Sí, mi Domine -
fueron tus palabras.
- Bien. Ahora, voy a follarte, mi perrita.
Tú podías notar perfectamente como mi polla había entrado
hasta el final, y poco después ibas a notar cómo te follaba enterita. Sin
esperar mucho, pero con tranquilidad, comencé a moverme adelante y atrás, con
suavidad, sacando y metiendo mi rabo en tu trasero, comenzando un movimiento
dulce, y acompasado, que permitió por fin te relajaras.
Tu ano ya se había dilatado por completo, y mi miembro
entraba y salia sin problemas. El lubricante hacia también su trabajo, y los
miedos de tenias al principio se estaban convirtiendo en placer. Tus gemidos
así me lo decían. Estaba taladrando tu
culito, por primera vez.
No tardaste demasiado en comenzar a gozar, y poco después llegó
tu primer orgasmo provocado por sexo anal. Tus gemidos me dejaron claro que lo habías
disfrutado, pero aquello aún no había acabado. Yo continué bombeando y
embistiendo aquel culo, buscando igualmente llegar al éxtasis. Quería que mi
leche inundara tu ano, y así lo hice. Un par de minutos después, un rio de
semen llenaba tu trasero, acompañado por un profundo gemido de satisfacción,
este por mi parte.
- Ya está sumisa, me he corrido en tu culito. Te he
robado la virginidad, y te he follado por detrás.
Aquella sería tu primera vez, pero no la última. Desde entonces, nadie mas ha follado tu ano, solo yo, y ahora puedo decir, sin temor, que tu culo me pertenece.
Llegaste a mí siendo virgen, y yo violé aquella virginidad.
Fui el primero en entrar por tu ano, y el primero en correrme dentro. Ese culo ya no es tuyo, ahora es propiedad del Profesor Domine.
Fui el primero en entrar por tu ano, y el primero en correrme dentro. Ese culo ya no es tuyo, ahora es propiedad del Profesor Domine.
>Fui el primero en entrar por tu ano, y el primero en correrme >dentro. Ese culo ya no es tuyo,
ResponderEliminar¡Me encanta!