Aquel día yo andaba por el trabajo, aburrido como casi siempre, y
con ganas de pervertir a alguna mujer. Curiosamente, mi nueva perrita
del sur estaba en casa, lesionada. No podía ir a trabajar, y su marido también andaba por
casa. Aun así, ella estaba cachonda, pensando en su Domine. No me había visto
nunca, pero había leído tanto mi Blog, que era como si me conociera. Le encanta
hablar conmigo y se pone cachonda imaginando las cositas que le cuento...
Yo sabía, porque mi experiencia así me lo indica, que
aquella mujer habría sido una excelente perra si hubiéramos vivido cerca el uno
del otro. Sé que se habría entregado a mí, y que habría lamido todo mi cuerpo
si yo se lo hubiera ordenado. Ella necesitaba un Profesor vicioso y pervertido
que la educara y la enseñara, y yo era la persona adecuada, pero la distancia
era demasiada entre los dos.
Aquel día, yo quería que se masturbara en la cama, y quería
que lo hiciera aunque su marido no trabajara aquel día. Le pedí primero que lo
enviara al súper, a comprar algo, de manera que ella tuviera 40 minutos para
masturbarse conmigo. La cuestión es que ella tuviera ese momento a solas para
mí.
Ella me respondió que estaba duchándose para salir a la
calle. Evidentemente, me pareció perfecto. Solo faltaba esperar a que se
marchara para comenzar con las órdenes que mi perrita sureña debía cumplir. No
tardó en ocurrir: "Ya estoy libre, Profesor".
El primer Email era muy simple, debía buscar una serie de
objetos cotidianos por su casa, con la idea de masturbarse para mí, y un par de
pinzas:
"Quiero que te
levantes un momentito de la cama...
Quiero que vayas a por
dos pinzas de la ropa, que no aprieten mucho. En todas las casas hay varios
tipos de pinzas. Pruébalas en tu dedo, y llévate las que no aprieten demasiado.
Busca también tres
objetos con forma fálica, que sean de plástico o de vidrio. Vas a masturbarte
con esos objetos. Puedes usar un cucharón, un cepillo para el pelo, un bote de
crema, o de colonia.
Cuando lo tengas todo,
quiero que vuelvas a la cama, con las pinzas y los 3 objetos fálicos, y me
avisas. Envíame una foto con esos objetos."
No tardó demasiado en volver. La foto mostraba esos 3 objetos
y las dos pinzas que iba a utilizar. Mi perrita estaba esperando mis órdenes,
ansiosa por obedecer a tu Amo del norte. Un nuevo email le explicaba
exactamente lo que tenía que hacer:
"Bien, perrita.
Quiero que comiences
pellizcando tus pezones, calentándolos. Cuando los notes ya excitados, coloca
las pinzas en tus pezones, apretando ligeramente, de manera que duelan un
poquito. Hazte una foto a tus pechos y me la envías.
Sin sacarte las
pinzas, agarra el primero de los objetos, y lo metes en tu chochito, masturbándote
con él mientras piensas en el vicioso de tu Profesor. Hazle una foto a tu
chochito con ese objeto y me lo envías. No te corras aún.
Vuelve a apretar
ligeramente las pinzas de tus pezones, incrementando un poquito el dolor.
Agarra el segundo objeto y lo metes en tu coñito, imaginando que es mi polla. Mastúrbate
hasta llegar al límite, pero sin correrte. Aún no tienes permiso para hacerlo.
Hazle una nueva foto masturbándote y me la envías.
Otra vez más, aprieta
tus pezoncitos con las pinzas, incrementando el dolor en tus tetitas. Imagina que
soy yo el que las aprieta. Agarra el tercer objeto e introdúcelo en tu coñito.
Haz una nueva foto, y me la envías, con ese tercer objeto metido en tu coño, y
llega al orgasmo después. Quiero que te corras como la perra que eres, pensando
en el Profesor Domine."
Las órdenes eran claras y contundentes. Ella sabía lo que debía
hacer y se moría de ganas por hacerlo. La primera foto mostraba sus hermosos
pechos, con sus pezones excitados, y 2 pinzas apretándolos. En el email ponía
"Estoy cachonda, Profesor."
En cuestión de minutos, los emails se fueron sucediendo. El
primero traía una nueva foto, con un cepillo para el pelo metido en su coñito. Había
comenzado a masturbarse y estaba cachonda perdida. Le ponía mucho la idea de
obedecer mis órdenes.
Apenas unos minutos después, llegaba un nuevo mensaje, esta
vez con otra imagen en la que se veía un cepillo distinto metido en su
chochito. Continuaba masturbándose, pero no tenía permiso para correrse aún. No
hasta el último objeto.
Mi perrita del sur cumplía con mis deseos tal y como yo le había
ordenado. Un nuevo email, con la última foto, mostraba el bote de crema en su
chocho, ya húmedo. En dicho email, me pedía permiso para correrse, a lo cual yo
accedí: "Ahora puedes correrte,
perra".
Como era de esperar, no tardó mucho en llegar al orgasmo.
Iba tan caliente, tan excitada y mojada, que rápidamente llegó al clímax y se
corrió, como yo le había ordenado, pensando en mí. Afortunadamente, la ley de Murphy
le dejó tranquila y le permitió correrse a gusto antes de que su marido
volviera a casa.
"Ahora quiero que
limpies los tres objetos, y los devuelvas al baño. La próxima vez que uses esos
objetos pensarás en mí, en cómo te hice correr, y en cómo obedeciste mis
órdenes. La próxima vez que uses esos cepillos, te pondrás cachonda pensando en
mí."
Es posible que nunca folle a esa mujer. Es posible que nunca
la obligue a arrodillarse ante mí para lamer mis huevos, pero lo que sí puedo
decir es que aquel día no dejé pasar la oportunidad de pervertir a aquella
perrita y que se corriera pensando en mí.
Mi perrita del sur.
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