Una sesion de sumisión completa con Maya



Antes de salir de casa mi Domine me había pedido unas cuantas cosas que me hicieron correr para poder hacerlas todas y llegar a la cita a la hora en punto, a saber: 
  • Prepararle algo de comer.
  • Lavarme bien el culito.
  • Llevar para la sesión:  esposas, collar, juguetes varios, lubricante, fusta, pinzas, y la cámara de vídeo.
  • Escribir en mi cuerpo las palabras “Propiedad del Profesor Domine”.
  • Meter unas bolas chinas en mi coñito para sentirlas en el camino.

Con todo eso en mente preparé la comida y me duché, me lavé bien como me había indicado el Profesor y preparé una maletita. Me vestí, metí las bolas chinas en mi coño y salí corriendo, para no llegar tarde. En el trayecto las bolitas iban respondiendo a la vibración del vehículo, golpeando en las curvas, los baches y las frenadas o simplemente vibrando deliciosamente, más cuanta más velocidad alcanzaba. Me había puesto una camiseta ajustada y sentía cómo por momentos mis pezones se endurecían. Cuando llegué a recoger al Profesor estaba cachonda perdida, mojada y deseando. Afortunadamente llegué con tiempo suficiente para calmarme un poquito antes de que Él apareciera, vestido con traje de chaqueta, impecable como siempre.

Montó en mi coche y me preguntó qué tal había sido el trayecto. Mientras yo conducía y le comentaba todas las particularidades de la carretera y cómo habían ido mojando mi coñito cada una de ellas, Él empezó a sobar mis tetas.
- Sé que te gusta vestirte así para mí, maya. Sé que te gusta ponerme las cosas fáciles, mi perra.
- Tiene usted razón, mi Domine.

Cuando llegamos a la habitación estaba tremendamente excitada ya; nerviosa y excitada. Él se colocó delante de mí, y siguió sobándome un ratito antes de pedirme que sacara todo mi equipaje. Lo hice colocándolo sobre la cama en orden; al ver los juguetes, la fusta, el lubricante y las pinzas me excité más, simplemente imaginando cómo seguiría todo. Luego me ordenó que me desnudase y me preguntó por las palabras que debía escribir en mi cuerpo. ¡Se me había olvidado hacerlo! Me dio mucha rabia y me puse muy nerviosa al darme cuenta de mi falta.

- Sabía que te olvidarías de algo, sumisa –rio el Profesor -, es más, tenía la esperanza de que te olvidases de algo.

A lo que siguió un sonoro azote en mi culo. Ahora entendía todas aquellas órdenes de última hora; al Profesor le apetecía castigarme y yo le había dado la excusa perfecta. Inmediatamente me ordenó que le ayudase a desnudarse a Él; creo que cada vez lo hago mejor. Entonces mi Domine me puso el collar y los grilletes sin unirlos entre sí, eso vendría después. De momento el Profesor quería que pudiese caminar a cuatro patas con la correa de perra. Fue guiándome por la habitación hasta llegar al punto que Él buscaba, frente a un enorme espejo para que pudiera mirar mi cara de puta mientras Él me usaba. Entonces cogió la fusta y fue alternando azotes con la fusta y con la mano hasta que se me puso el culo rojito. Entonces reparó en el cordón que salía de mi coño.
- ¿Qué es esto, perrita?

Y estiró del cordel sacando las bolas y liberando un torrente de humedad que albergaba en mi coño. Las bolas estaban empapadas.
- ¿Seguro que no te has corrido, perrita?
- Seguro, Profesor –dije atemorizada.

Él me puso unas pinzas en los pezones e hizo que me tumbase boca abajo en la cama, levantando mi culo ayudada por todos los cojines de la habitación, con mi cara apuntando al espejo, hizo que pusiera mis manos a la espada y unió los grilletes entre sí, quedando atada, expuesta y ofrecida. Entonces empezó a jugar con los consoladores; me metió uno en el culo y otro en el coño, moviéndolos de forma intensa, ora uno, ora el otro, a veces ambos a la vez. Estaba al borde del orgasmo, lo reconozco; desde que me había bajado del coche estaba al borde del orgasmo. Pero no tenía su permiso todavía. El Profesor sacó el consolador de mi coño y me lo folló con embestidas fuertes que hacían que me volviera loca de placer.

- ¿Qué le pasa a mi perrita? ¿Quiere correrse mi perrita?
- Sí, mi Domine, por favor.
- Córrete puta, vamos, córrete ahora.

Ufff… Me deshice en líquido, sentía como resbalaba por mis muslos aquel orgasmo. Luego el Profesor me volvió a meter el consolador en el coño y sacó el del culito.
- Veo que te has lavado bien, como te había pedido.
- Gracias, Profesor.


Y sin mediar más palabras embistió mi culo hasta el fondo con su polla. Me hizo gritar, me folló, me volvió loca, mientras me decía:
- Mira la cara de puta que se te pone cuando tienes la polla de tu Domine petándote el culo, ¡mírate!

Me costaba levantar la cabeza por la posición en que estaba, pero lo hice, y vi mi cara de placer absoluto, mis manos atadas a mi espalda, mis nalgas elevadas, abiertas, su mano azotándolas y su cara mientras miraba cómo me metía su polla hasta bien al fondo. No podía controlarlo mucho tiempo más, así que le pedí permiso:
- Mi Domine, por favor, necesito volver a correrme.
- ¿Quiere volver a correrse mi puta? ¿Tanto te gusta sentir la polla de tu Domine en tu culito? Córrete! Vamos, córrete ahora!
 
El Profesor siguió follándome una y otra vez, por uno y otro agujero, hasta que me había provocado… perdí la cuenta, cinco o seis orgasmos maravillosos. Sentía mojadas hasta las rodillas. Cuando ya había tenido suficiente mi Domine me ordenó que me incorporase. Las pinzas de los pezones me estaban matando, y le supliqué que me permitiera quitarlas. Se lo pensó un poco, pero finalmente me las quitó él mismo.

Luego me indicó que me tumbase en la cama de nuevo, boca arriba dejando mi cabeza fuera del colchón y cogió la cámara. La encendió y me metió su polla en la boca, follándomela. Más tarde, en casa, vi el vídeo resultante y me volví a poner cachonda perdida, casi tanto como en aquel momento en que la polla de mi Domine taladraba mi garganta.

A todo esto, mi Domine todavía no se había corrido ni una sola vez, debía estar controlándose para poder llegar a lo que tenía previsto. Hizo que me pusiera de rodillas en el suelo y siguiera con mi trabajo oral, porque lo que tenía previsto no era otra cosa que correrse en mi boca, y ordenarme no tragar, mostrar su semen sobre la lengua para poder fotografiarlo, y luego ordenarme tragar y relamerme mirándole a los ojos. Lo hice gustosa, porque me encanta, es mi premio y me fascina recibirlo y degustarlo.

A mi Domine le había entrado hambre con todo aquel ejercicio, así que le serví la comida y comió mientras me daba conversación y me explicaba que había acertado con la única comida que no le gustaba… Me sentí muy tonta.

Después el Profesor me guio hasta el baño, entró en la bañera e hizo que yo entrase también y no fue hasta entonces que me dijo:
- Ábrete el coño, que tengo ganas de mear.

Me di la vuelta, mirando a la pared, me incliné hacia delante y puse mis manos en los labios de mi sexo para abrirlos todo lo que pude. Sentir su orina templada, mojándome con fuerza, metiéndose en mis agujeros abiertos, resbalando por mi culo y mis piernas… ufff, no lo puedo evitar, es que me encanta, y volvió a ponerme muy cachonda.

Luego lavé al Profesor, despacio y deleitándome, como a él le gusta y a mí me encanta. Disfruto mucho con su polla entre mis manos, no puedo negarlo. Le sequé y mientras el Profesor regresaba al dormitorio me ordenó que me lavase yo. Lo hice lo más rápido que pude, porque tenía ganas de volver a su lado. Cuando entré en la habitación mi Domine estaba tumbado boca arriba, relajado, sonriente.
- Anda, ven aquí a chupármela un ratito, que sé que te gusta.

Lo sabe muy bien, muy muy bien. Me arrodillé entre sus piernas y empecé a jugar con su polla en mi boca, lamiendo a ratos sus ingles y sus testículos como me gusta hacerlo, recorriendo su tronco con la lengua y pellizcando suavemente su glande con los labios. Mientras tanto mi Domine me daba conversación, me preguntaba cositas… Yo intentaba responder sin sacar su polla de mi boca, con gestos de la cabeza y cuando me era imposible la sacaba, respondía crípticamente y volvía a mi juego. Creo que tuvo que insistir un par de veces para que yo me diera por aludida y dejase de deleitarme con su sexo.
Me lo pasé en grande aquel día.

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