La ninfomana cachonda en la consulta del médico.



Era un jueves como cualquier otro, aburrido y tedioso en la consulta. Los pacientes pasaban de uno en uno, explicando sus dolencias y buscando solución a sus enfermedades. 

Hacia las 12 del mediodía, apareció Alex. De unos 40 años, era guapa, elegante, y mantenía una buena figura. Tras hacerla sentarse, le pregunté cual era su problema.

- Es difícil de explicar, Doctor Domine. No sé si es un problema físico o psicológico. - Se la veía nerviosa y un pelín inquieta, como si no estuviera a gusto.
- Bueno, cuénteme que le pasa, e intentaremos ayudarla en lo que sea.
- Verá, Doctor, es que noto que últimamente, por lo que sea, tengo una mayor facilidad para excitarme sexualmente, sin motivo, y sin saber el porqué...

Y así, de repente, me lo suelta. Aquella mujer, que me atraía sexualmente, me contaba que se ponía cachonda sin más, sin más motivos. Habría que aprovechar aquella situación.

- Bien señorita.... Alex. Eso podría deberse a una enfermedad llamada Hipersexualidad que aumenta la libido de las personas.
- ¿Y cree que se puede curar?  Es que últimamente comienzo a tener la sensación de ser una ninfómana, todo el día cachonda.
- ¿Todo el día, señorita?  ¿Está excitada ahora mismo?
- Si, Doctor Domine, no puedo controlarlo.

Aquella situación me estaba poniendo cachondo a mí también, o sea que había que hacer algo para arreglar esa situación.

- Bien, debemos comprobar si esto es un problema físico o psíquico. Necesito que se desnude y se coloque de pié en el centro de la habitación.
- ¿Desnuda completamente, Doctor?  Me parece un poco raro...
- Debo acceder a sus zonas erógenas, señorita Alex, con el fin de saber si se pone usted cachonda por un tema físico o mental.
- Vale - dijo mirando al suelo y comenzando a desnudarse. Se la veía vergonzosa y nerviosa.

Creo que ella esperaba que la enviara al psicólogo, pero yo tenía otros planes para ella. Unos segundos más tarde, Alex estaba desnuda completamente para mí, en el centro de la consulta. Sus pechos eran firmes pese a su edad y su culito tenía el tamaño adecuado.

- Bien, ahora voy a tocarla en según que zonas y usted deberá decirme si le excita o no.

Tras asentir con la cabeza, quedaba muy claro que en el fondo ella ya estaba cachonda. Estaba desnuda, delante del Doctor Domine, sabiendo que iba a meterle mano con la idea de excitarla. De por sí, sólo esa imagen ya la excitaba, y yo podía notarlo.

Suavemente, comencé a pasar mi mano por su culo, acariciándolo. Pude notar como un leve escalofrío pasaba por su cuerpo. Con cuidado, coloqué mis dos manos en sus dos nalgas y comencé a acariciar su trasero con mayor intensidad.

- ¿Le excita que la acaricie, señorita Alex?
- Sí, Doctor - Su voz sonaba entrecortada, como si se hubiera quedado sin aire.

Sin dejar de acariciar su culo, me dirigí a la parte delantera donde comencé a acariciar sus pezones, ya duros. Intentaba no mirarme a la cara, para intentar que aquello no fuera algo personal, pero no pudo evitar mirarme a los ojos. Tras colocarme delante de ella, mis manos se habían centrado ya en sus dos pezones, que pellizcaba suavemente, aumentando la presión poco a poco. 

- Sé que es usted un profesional, Doctor, pero para mí esta es la primera vez, y me está costando controlarme.
- No se preocupe, señorita, yo sé lo que me hago. ¿Le excita que le pellizque los pezones, Alex?
- Mucho, Doctor Domine... - Tardó unos segundos en responder, se la notaba ya nerviosa y cachonda perdida.

Mirándola a la cara, fui bajando la mano derecha hasta alcanzar su coñito, afeitado y mojadito. Ella no pudo evitar dar un respingo y mirarme a los ojos otra vez. Le estaba acariciando su chochito. Sin dejarla hablar, y mirándola fijamente a los ojos, comencé a masajear su clítoris, con suavidad primero y más intensamente después.

Su respiración se había disparado y era el momento de entrar a matar. Metiendo el dedito entre sus labios inferiores, accedí a su conejito. Tras abrir ligeramente las piernas, para permitir que accediera mejor, ya no pudo apartar su mirada de la mía. Estaba mojada completamente, y sus ojos me pedían que la follara.

- Y esto, señorita, ¿le excita esto?
- Sí, Doctor Domine. Si sigue usted acabaré corriéndome.

Eso no podía permitirlo, no aún. Tras sacar mis deditos mojados del chochito de aquella mujer, deslicé esa misma mano hacia el trasero de Alex, buscando su ano. Rápidamente, encontré aquel agujerito, entre sus dos nalgas, esperando a ser penetrado. 

Ella me miraba sorprendida, asustada, como preguntándose si sería capaz de hacer lo que parecía que iba a hacer. La repuesta no tardó en llegar. Sin dejar de mirarla, atravesé con mi dedo mojado su ano, introduciéndolo hasta el fondo, lo que provocó un leve gemido de mi paciente. Sin dejarla descansar, comencé a sodomizar su culito, penetrándola con cuidado, pero sin pausa. Igualmente, aproveché la otra mano para buscar otra vez su conejito, de manera que Alex fuera masturbada por los dos agujeritos a la vez...

- Y ahora, Alex... ¿te excita que meta mi dedito en tu culo?

Sus gemidos ya eran demasiado intensos, y se había olvidado de la visita. Solo quería sexo y ni siquiera oyó mi pregunta. Estaba al borde del orgasmo.

- Te he preguntado que si te excita que meta mi dedito en tu culo, perra - le dije elevando el tono de voz.

Fue justo en ese momento cuando pude notar cómo se corría enterita. Se había entregado completamente al juego y su orgasmo la liberó por completo. Un gemido profundo, de unos 10 segundos, salió de su garganta.

- Ahora ponte a 4 patas, Alex. Para ver si tienes algún problema, tendré que follarte enterita.

Aquella mujer, cachonda perdida, obedeció a la primera. Se apoyó en la camilla, ofreciéndome su sexo. Yo aproveché aquella situación para introducir en su culo un plug anal que tenía en la consulta, y que otras veces había utilizado con una enfermera. Pero aquella enfermera ya no trabajaba allí y ahora el plug le pertenecía a mi nueva perrita.

Tras mover aquel juguetito varias veces en el culito de Alex, comencé a azotar sus nalgas, con fuerza, a la vez que pellizcaba de nuevo sus pezones. 


- Zasss, Zasss, Zasss...

Los azotes provocaban que ella se retorciera de placer. Aquella perrita, completamente desatada, gemía y respiraba profundamente, pidiendo que la follaran. Tras un buen rato durante el que castigué repetidamente sus pezones, a base de pellizcos, sus nalgas, azotándolas, y su ano, moviendo el plug, llegaba la hora del gran final.

Como era obvio, mi polla ya estaba dura como una piedra. Me saqué la bata, desabroché el cinturón y el pantalón, y bajé mis calzoncillos.

- Ahora voy a clavar mi polla en tu coño mientras tu plug sigue en tu culito, Alex. Debes decirme si te excita o no, perra.

Y sin decir nada mas, clavé mi polla hasta el fondo en su chochito mojado. El grito que soltó fue lo suficientemente fuerte como para que lo oyeran fuera, pero no me importó lo mas mínimo. Comencé a embestir a mi paciente como si fuera el último polvo de mi vida. Cada vez que clavaba mi miembro erecto en su conejito, golpeaba igualmente el plug que aún tenía en su culito, lo cual le permitía sentirse doblemente follada, por delante y por detrás.

Agarrándola del pelo, con fuerza, y estirando hacia atrás, pude sentir otra vez como mi yegua llegaba otra vez al orgasmo, corriéndose de puro placer. Pero eso no frenó mi ímpetu; al contrario, lo incrementó.

Aumentando el ritmo, continué cabalgando aquella yegua mientras el plug penetraba su culo y yo estiraba con fuerza de su pelo. Tras unos minutos fallándola, yo estaba llegando a mi orgasmo, el cual hice coincidir con su tercer orgasmo. 

Al no llevar yo preservativo, no podía correrme en su interior. Así, me vi obligado a sacar mi verga de su conejito y a correrme en su espalda, inundándola de semen mientras acababa de pajearme. 

La imagen era perfecta. Alex estaba desnuda, apoyada en la camilla, con un plug en tu culito, y su espalda llena de semen. Se la veía extasiada, agotada. Tras limpiar mi polla y mis manos, volví a vestirme, recuperando mi aspecto normal de Doctor.

- Bien, señorita Alex. Puedo confirmarle de que efectivamente, sufre usted una enfermedad llamada Hipersexualidad, lo que le lleva a ir cachonda a menudo. Es usted lo que vulgarmente llamamos una perra en celo. Tendrá que venir aquí cada dos días para aplicarle el remedio.

- Sí Doctor Domine. - Dijo obediente.
- Pues ahora puede usted tomarse la leche, vestirse, y cuando salga pídale hora en administración para volver dentro de dos días.

Ni que decir tiene que desde entonces, Alex se ha convertido en mi paciente favorita.


Pdta.: Se llama Hipersexualidad al aumento repentino o la frecuencia extrema en la libido o en la actividad sexual. Vulgarmente llamamos 'Ninfómanas' a las mujeres que sufren de Hipersexualidad.

Para Alex, mi paciente cachonda...

Comentarios