Las vacaciones habían acabado y tocaba volver a casa. Como
cada setiembre, se hacia difícil la vuelta a casa. Descargar todas las maletas,
lavar la ropa, llenar la nevera, retomar mis ejercicios en el gimnasio, y
volver al trabajo. Ni que decir tiene que estaba mucho mejor en la playa.
Pero aquel no era un setiembre cualquiera. Mientras
descargaba el coche, no pude evitar ver a una mujer de unos 40 años, de muy
buen ver, salir del portal de mi bloque, con 2 niños, y una bolsa de comida. Me
incorporé y me quedé mirándola un rato. Sus caderas eran generosas pero no
excesivas, y sus pechos, voluminosos, marcaban sus pezones en la blusa que
llevaba puesta. Era obvio que no llevaba sujetador. Tenía un cuerpo muy
apetecible.
Su cara era diferente, de aquellas caras que marcan. Atractiva,
tenia gesto de mujer segura y que sabe lo que quiere. Curiosamente, pude notar
como ella me miraba al notar que yo también la observaba. Tras un leve cruce de
miradas, su vista fue bajando por mi cuerpo hasta centrarse en mi zona pélvica.
¡¡La muy guarra estaba mirándome el paquete!!
Tras un simple hola, y una sonrisita, continuó su camino.
Recordé entonces que antes de irme el vecino me dijo que había
alquilado su piso y que en setiembre habría nuevos vecinos. Aquel año me tocaba
ser presidente de escalera, y debía visitar a mi nueva vecina como buen anfitrión.
Aquella misma tarde la volví a ver entrar en la puerta, y me decidí a
visitarla.
Apenas unos segundos después de picar a la puerta, esta se
abrió, apareciendo ella detrás. Llevaba una faldita corta, ligera, y un top,
dejando ver el ombligo, y marcando de nuevo sus pezones erguidos. Todo muy
fresquito.
- Hola, que tal, soy el presidente de la escalera, y quería
darle la bienvenida...
Sin decir ni media palabra, pude ver como su mirada se volvía
a dirigir sospechosamente a mi paquete. Yo había cambiado mi atuendo y me había
puesto unos pantaloncitos cortos, asegurándome de que marcaran adecuadamente
mis atributos. Si aquella mujer quería ver polla, yo tenía que ofrecérsela.
- Pase, por favor, siempre es grato conocer vecinos nuevos.
- Y así, sin dudarlo, me invitó a pasar a su comedor.
- No tengo nada de beber, desea un caramelo??
La pregunta me pareció extraña para un adulto, pero
interesante. Ella agarró un chupachups que tenia encima de la mesa, y comenzó a
chuparlo lentamente, mientras continuaba mirando mi entrepierna.
- Venia a hablarle de los gastos de comunidad. Cada vecino
debe pagar 55 euros al mes por el mantenimiento y limpieza de la escalera.
Tras unos segundos de espera, con una carga de erotismo muy
intensa, respondió.
- No estoy acostumbrada a pagar ese tipo de servicios, pero
estoy segura de que podremos llegar a un acuerdo con el método de pago.
Y tras decir esas palabras, sacó el chupachup de su boca, y
lentamente comenzó a pasar la lengua alrededor del mismo, exactamente igual que
una perrita lame la polla de su presa. ¡¡Me estaba ofreciendo pagar sus
obligaciones con favores sexuales!!
Ni que decir tiene que era la primera vez que me pasaba
aquello y que yo estaba completamente excitado. Nervioso como un colegial, y
con ganas de follarme a aquella putita, solo alcancé a decir unas palabras:
- Creo que debería pagar la primera mensualidad, señora.
Sin decir nada, se acercó a mí, me agarró de la mano y me
acercó a la mesa. Colocó mis manos sobre la mesa, y alejó mi cuerpo de la mesa,
de manera que yo quedaba de pié, con el cuerpo inclinado hacia delante y las
manos en la mesa, como si quisiera espacio para meterse debajo. Lentamente,
bajó mis pantalones, y mis calzoncillos, dejando al aire mi polla, ya dura como
una piedra. Aquella zorra me había calentado sobremanera.
Tras colocarse detrás de mí y abrirme las piernas, agarró un
poquito de aceite que tenía en el armario y comenzó a masajearme el culo, con
mimos. Con suavidad, pude notar como su mano se colaba entre mis nalgas, camino
de mi ano, y como presionaba ligeramente esa zona. Sin parar, sus manos se deslizaban
entre mis nalgas, camino de mis huevos, que comenzó a masajear con ritmo, pero
con cariño. De mientras, con la otra mano continuaba acariciando mi ano, poniéndome
como una moto.
Mi polla se había puesto como una piedra ya, lo que
aprovechó para acariciarla, pasando su mano repetidamente a lo largo de mi
miembro. Tras jugar unos 5 minutos con mi culo, mis huevos y mi polla, mi nueva
vecina se arrodilló a mis espaldas, de manera que lo que tenía delante era mi
culo y mis atributos sexuales.
Tras mirarme a la cara un par de segundos, hundió su cara
entre mis nalgas, buscando con su lengua mi ano. Con pasión, con mucha
intensidad, aquella perra comenzó a lamer mi ano, pasando su lengua
repetidamente por mi agujerito, como si intentara follarme con su boca.
Mientras tanto, su mano derecha continuaba masajeando enérgicamente mis huevos,
sin descanso, provocando en mí una excitación sobrehumana.
Nunca en mi vida había estado tan cachondo como aquel día, y
era evidente que aquella mujer evitaba tocar mi polla a propósito. Se dedicaba
expresamente a lamer mi ano y a acariciar mis huevos con la intención de poner
mi polla dura como una piedra. La quería lo más dura posible.
Entonces, sin avisar, apartó su cara de mi culo, y pude
notar como clavaba su dedo índice en mi culo, hasta el fondo, de una estocada.
Yo, que ya llevaba gimiendo unos minutos, no pude evitar girar la cabeza y
soltar un grito. Nunca habían penetrado mi culo, y no sabía cómo reaccionar.
Ella me miró, y tras agarrar mi polla con la otra mano, tiró de ella hacia atrás,
para colocarla en su boca. La posición no era nada cómoda, pero no iba a
quejarme.
Yo continuaba a un metro de la mesa, con mi cuerpo inclinado
hacia delante, las manos apoyadas sobre esa mesa, y las piernas abiertas. Ella
se encontraba arrodillada detrás mío, como una ternerita cuando toma su leche,
con mi polla en su boca, y su dedo índice clavado en mi culo. Sin mediar
palabra, ni dejarme respirar, comenzó a lamer mi miembro con pasión como si
fuera el último chupachup de su vida, a la vez que introducía y sacaba su dedo
de mi ano.
Mi verga, erguida como nunca, y retorcida hacia atrás, me ofrecía
una especia de placer-dolor que nunca había notado hasta entonces. Aquella
mamona continuaba lamiendo sin cesar, sin dejarme respirar, y sin dejar de
penetrar mi culito virgen. Ya no podía más, yo estaba a punto de correrme, y
solté un gemido intenso, como nunca había soltado hasta entonces. Una explosión
de placer, acompañada de un rio de leche, inundó su boca.
Creo que fue la corrida más bestia que jamás había
experimentado. Rápidamente, y mientras yo me retorcía de placer, mi semen
comenzó a brotar a borbotones, inundando su boca, y provocando que se le
escapara por los bordes de sus labios.
- Para, para, para, por favor ¡¡¡
La mezcla de dolor y placer era tan intensa que no podía
continuar. Me incorporé, y me día media vuelta, para descansar. Tenía el glande
completamente rojo e irritado, y necesitaba recuperar la posición normal.
- Tranquilo, perrito, suelta tu lechecita... - me dijo
mientras agarraba mi polla por la base y acababa de pajearme.
Tras un par de minutos en los que recuperé el aliento, cerré
mi ano, y bajó la irritación de mi glande, no pude evitar ver como aquella
furcia se relamía los labios. Estaba disfrutando como una mala puta. Le gustaba
aquello, no había duda.
- Ya estas más tranquilo, perrito??
- Si, si... - Respondí. Curiosamente, mi polla continuaba de
pié, tiesa completamente. Mi nivel de excitación era tan alto, que a pesar de
haberme corrido seguía dura como antes. Yo andaba sorprendido porque no solía ser
lo normal.
- Está bien, perrito, pues ahora tendrás que encularme como
a una perra. Puedes usar el mismo aceite que he usado yo.
Yo me la quedé mirando, sorprendido de nuevo, ante su
petición. Aquella viciosa quería que le petara el culo. Liberó sus hermosas,
tetas, y tras bajar su faldita y sus braguitas, se colocó exactamente en la
misma posición que me había puesto a mí. A un metro de la mesa, inclinó su
cuerpo hacia delante, para apoyarse con las manos sobre dicha mesa, ofreciendo
su culo, y dejando que sus pechos colgaran hermosos y rotundos. La visión era
maravillosa.
Sin dudarlo ni un segundo, agarré el bote de aceite y embadurné
mi polla de arriba a abajo, para asegurarme de que deslizara bien. Me coloqué detrás
de ella, y dirigí mi pito hacia su culo, redondo y hermoso. Sin mediar palabra,
metí la puntita dentro, con cuidado, como si tuviera miedo a hacerle daño. Al
notarlo, ella giró la cabeza, y tras mirarme de reojo, me dijo:
- Encúlame, perrito, sodomízame. Agarra mis tetas, y folla
ese culo como si no hubiera un mañana.
Aquella orden me despejó todas mis dudas. Era obvio que
aquella perra quería guerra. Dicho y hecho, agarré sus hermosos pechos, y acabé
de clavar mi polla hasta el fondo, provocando que ella soltara, ahora sí, un
gemido de aprobación. Yo acababa de correrme, o sea que iba a ser difícil que
me corriera otra vez, pero iba a follarme a aquella perra hasta que se le
salieran los ojos de las orbitas.
Sin parar, y sin soltar sus increíbles pechos, comencé a
penetrar ese culito con intensidad, con ritmo, con pasión. Sus gemidos
comenzaron a escucharse en el salón, le gustaba gritar como a los cerdos cuando
son degollados, y eso me excitaba aún más. Ella había conseguido lo que quería,
que yo me soltara y que la embistiera cada vez con más fuerza. No tardó
demasiado en llegar su primer orgasmo, intenso, como si lo deseara con fuerza,
pero yo no iba a correrme por ahora, y continuaba follando su ano, sin parar.
Fue entonces cuando se me ocurrió agarrarla del pelo. Me
incorporé completamente, y tras reunir toda su cabellera, la tomé como a las
riendas de un caballo y tiré fuerte de ella. Mi nueva vecina, sintiéndose 'montada'
como una yegua, continuaba gimiendo cada vez que yo clavaba mi miembro en su
culo.
- Mas, masss, maaassssss...
Sus gemidos y sus suplicas se oían perfectamente, y no me
extrañaba que el resto de vecinos pudieran oírla. No tardó demasiado en llegar
su segundo orgasmo seguido. Yo andaba medio poseído y ella estaba extasiada de
placer. Sin dejarla descansar, yo continué embistiendo su culo, y tirando de tu
melena. Empecé a notar que yo también iba a correrme una segunda vez, pero
antes quería conseguir lo que no había hecho nunca, provocarle 3 orgasmos
seguidas a aquella perra, sin sacarla.
Mientras continuaba agarrando su pelo con la mano izquierda,
provocando que su espalda se arqueara hacia atrás, a la vez que continuaba
penetrando su culo con mi polla, se me ocurrió que podía pellizcar sus pezones,
para aumentar su excitación. Y así lo hice. Agarré su pezón derecho con mi mano
y comencé a apretar, con fuerza, sabiendo que dolía, y haciendo que la muy puta
gimiera como una perra en celo. Quería que sufriera, y que se corriera conmigo
esta vez.
Yo sentía como mi segunda corrida estaba a punto de llegar,
y la mezcla de dolor y placer que sentía ella le acercaba también a su tercer orgasmo.
Apenas unos segundos más tardes, no pude aguantarme más, y mi polla estalló de
nuevo de placer, justo cuando mi vecina alcanzaba el clímax de nuevo. Nuestros
gemidos se fusionaron, a la vez que mi leche inundaba su culo. No había duda de
que aquella había sido mi mejor experiencia sexual, la más sucia e intensa.
Ella se acercó a la mesa, para apoyarse y descansar,
mientras yo usaba una toalla que había por allí para limpiar mi sexo. Yo andaba
sudado completamente y ella parecía exhausta, después de los 3 polvos seguidos.
Tras incorporarme y adecentarme un poco, me dirigí a la puerta, para volver a
mi casa. Eso sí, antes de salir, me despedí educadamente de mi vecina.
- Creo que ya hemos acordado el nuevo método de pago. La
semana que viene volveré a cobrar un nuevo recibo. Pagará usted semanalmente.
Comentarios
Publicar un comentario