Sophie, y el técnico de la luz.



Tenía un problema con la luz en mi casa y llevaba días buscando información en internet para ver si yo misma podía solucionarlo, pero tras varios intentos fallidos opté por buscar a un técnico en el periódico, con el que me puse en contacto y le di mi dirección; este  me informó de que iría en los próximos días.


Tengo un serio problema, y es que solo de  pensar que un hombre al que no conozco de nada va a entrar a mi casa, me provoca muchísimo, hasta el punto de estar tan cachonda que mojo mis bragas. No sé porqué me ocurre esto, tal vez sea por mi terrible y sucia imaginación, que directamente empieza a imaginar qué cosas podrían llegar a pasar.


Aquel día desperté con mi entrepierna mojada por culpa del sueño tan caliente que acababa de tener con un técnico, el cual acababa follándome varias veces en distintos sitios de mi pequeña casa; aún así, este tipo de fantasías nunca se me cumplían, ni siquiera de forma parecida, hasta el momento. 


Me levanté  y ordené un poco la casa mientras desayunaba una barrita de cereales  y me preparé un baño con espuma y agua caliente, cogí mi plátano de la mesita de noche y me metí en el baño. La sensación de meterme en agua algo más que caliente y la excitación que aún me perseguía del sueño que tuve, se unieron en unas ganas enormes de tocarme.


Agarré mi patito de goma (es un patito con la cabeza vibradora), y lo coloque en mi clítoris, presionando y haciendo círculos, y metí dos deditos en mi vagina, masturbándome. Los sacaba y metía muy despacio, de manera que cuando estaban dentro movía la punta de mis dedos lo más rápido que podía, lo cual me provocaba un placer que contraía todos los músculos de mi cuerpo. 


Entonces alargué mi mano hasta agarrar mi plátano de plástico, y lo metí dentro de mí, hasta el fondo, dándome una y otra vez, fuera y dentro, fuera y dentro,  cada vez más rápido, aumentando la intensidad y el ritmo, lo más rápido que podía, hasta llegar a correrme; y aunque la excitación de recordar el sueño no se disipó, al menos logré calmarme un poco.



Tras lavarme un poco, salí y desenredé y sequé mi pelo. Me puse una camiseta fresquita que me quedaba como un vestido suelto, justo por debajo de mi precioso culo, pues ya eran casi la una del medio día, hacía calor, y no pensaba que ya viniera nadie. De hecho, estaba molesta por el hecho de que el técnico no viniera, y ni siquiera vacié la bañera por si luego me apetecía meterme de nuevo.


Ya estaba sentada en el sofá cuando sonó el timbre; fui hacia la puerta, y como era de esperar, se trataba del técnico de luz. Llegó tarde, pero llegó. Para mi sorpresa, le daba mil vueltas al hombre de mi sueño. Era un hombre alto, de unos 37-40 años, de tez y pelo oscuro, con unos ojos que consumían y la guinda era una perilla bien perfilada. Sus manos eran absolutamente el tipo de manos que son mi fetiche, grandes morenas y fuertes.


Él me miró, pero no le dio mayor importancia a mi vestimenta, lo que me calmo bastante.
Nos dirigimos hacia el cuadro de luces, y señalando con mi mano hacia arriba, en la esquina donde este se encontraba el problema, le expliqué lo que ocurría. 



Al volver mi cabeza hacia él, me di cuenta que al subir el brazo estaba sacando mostrando mi braguitas negras de encaje, y que él estaba observando descaradamente y con detenimiento. Eso provocó que mi cara enrojeciera de vergüenza, y cuando él alzó la mirada pude ver que estaba disfrutando de mi vergüenza.


Como si nada hubiera pasado, abrió la pequeña escalera y se puso a toquetear el cableado; tras terminar bajó de la escalera y me dijo:

- "¿Puedes darme la llave inglesa que hay en la caja, ahí en el suelo?" 


Yo me volví y me agaché un poco para buscarla, pero él no quería la herramienta, solo quería  que dejara mi culo expuesto, para levantar mi camiseta y comprobar lo que él había supuesto: el haberle visto disfrutar de mi vergüenza, junto con la situación, me habían hecho mojar mis bragas.


Tras unos segundos buscando en la caja entendí que no había llave inglesa en la caja. Giré la cabeza, poco a poco, para mirarlo, y pude observar como admiraba mi trasero sin reparos. Yo volví a girar la cabeza, y saqué aún más mi trasero, para ofrecérselo.


Entonces pasó su mano suavemente entre mis piernas, tocando la humedad de mis bragas, y yo me estremecí, pero no me moví, me quedé completamente inmóvil para mostrarle que me entregaba a él; en ese momento me di cuenta de que aquel técnico era un Dom, así que di unos pasos, me agaché y saque una caja del mueble, una caja de herramientas sexuales que en su día compre para compartirla con mi pareja, pero que nunca llegamos a usarlas. 


Al verla, su mirada se volvió diabólica. Pasó la lengua por sus labios relamiéndose, y me dijo:

- "Deduzco que me das permiso para que te lleve al extremo, perra, para lograr que no sepas si prefieres que pare o que siga. Si es así di: 'Si, Señor'. Y si en algún momento, no puedes mas y deseas que pare, utiliza la palabra 'verde' para detener la sesión". 




Yo dije ¨Sí, Señor¨ y comenzó el juego.

- "Espérame frente a esa silla y quítate esa camiseta que no sirve de nada"


Mientras obedecía, podía escuchar como removía las cosas de la caja, y me preguntaba qué escogería y qué me haría. Solo unos segundos tardó en empujarme hacia la silla dejando mi culo en pompa y darme el primer azote. Ya sabía que juguete había cogido, una pala de azotes con la palabra 'Zorra' grabada.


- "Voy a empezar dándote 20 azotes en esta nalga y quiero que los cuentes en voz alta".


Así empezó, un azote y luego otro… yo enumeraba cada uno, y cuando llegue al 20 sentía mi culo arder; el bajó mis bragas hasta las rodillas, lo cual me frustró, porque me sentía ridícula con ellas así. De hecho, creo que lo hizo esperando eso. Entonces un dedo por mi sexo y luego lo pasó por mis labios, para hacerme ver lo cachonda que me estaba poniendo, lo húmeda que estaba. 


- "Vas a volver a contar hasta 20, quiero que la palabra que lleva escrita la pala se te grabe en el culo, porque eso es lo que eres, una zorra. Eres una zorra por abrir la puerta a un desconocido estando medio desnuda y ponerte cachonda por ello. Eres una zorra y me encanta, así que cuenta, zorra...


Al escuchar la palabra 'Zorra' me enfurecía, pero a la vez sentía como un pellizco en el mismísimo clítoris, que me excitaba y me ponía más cachonda.


Tras los anteriores azotes, mi nalga ya estaba sensible, y cuando iba por el azote numero 10 de la segunda tanda, un quejido salió de mi garganta. Cuando me dio el último azote una lágrima se escapó del ojo. Él me miró y sin pensárselo dos veces volvió a pasar la mano por mi sexo, para mostrarme de nuevo que estaba tan mojada que me bajaba por mis muslos. Yo morí de vergüenza, pero así era. Estaba tan cachonda que andaba desesperada por conseguir un orgasmo.


De repente metió algo dentro de mi vagina, un huevo vibrador; A continuación me hizo ponerme de rodillas frente a él, y sin preguntar nada metió su poya en mi boca. Yo intentaba mantenerla bien abierta para dejarlo hacer, pero él empujaba hasta el fondo, provocándome arcadas y nauseas. 


De vez en cuando él ponía el huevo en marcha y cambiaba el modo de vibración para que no me corriese. Sabía de sobras que si cambiaba el modo de vibración rompía el ritmo e impedía que yo me corriera. Mientras tanto, él continuaba empujando y follando mi boca, provocando que mis arcadas fueran cada vez mas continuadas, y la saliva me escapara por la comisura de los labios.


Finalmente, sacó su poya de mi boca y la restregó un rato por mi cara, lo que me hizo sentirme tan guarra y tan cachonda que yo acabé suplicando que me follara. 


Tras mirarme unos segundos, y poniéndose detrás de mí, saco el huevo de mi vagina, bajó mis hombros al suelo y me penetró con fuerza, como si no hubiera follado en 2 meses. Me dio 4 embestidas fuertes y seguidas, con las que tuve el primer orgasmo, y tras dejar que me corriera, cambió el ritmo, para follarme más relajadamente. 


Cada vez que notaba que iba a llegar a un orgasmo cambiaba para cortármelo, yo giraba mi cabeza y lo miraba frustrada. Yo le suplicaba con la mirada que me dejara correrme, pero él sonreía con cara de malo cuando me veía suplicar… me cortó al menos 5 orgasmos, aunque al final mereció la pena, porque empezó a meter y sacar la polla de tal manera que cuando entraba hasta el fondo, sus huevos golpeaban mi clítoris… y eso, junto con la presión de todos los orgasmo a los que  no me dejó llegar,  hizo que cuando él decidió que podía correrme, el orgasmo fue tan intenso que me faltaba el aire y mis muslos temblaran.


Como era de imaginar, él lo había preparado para correrse justo después. Sacó su poya de mi conejo para correrse encima de mi trasero, esparciendo su leche por donde la espalda pierde su nombre. Luego se acercó a mi cara, y volvió a ponerme la poya en la cara. Obediente, yo la metí en mi boca para limpiar el resto de semen que le quedaba, y para dejarla reluciente.


Entonces me ofreció su mano para ayudarme a levantarme y me acercó al baño, donde vio la bañera llena. Me hizo entrar en ella, y con mucho cariño y cuidado limpió mi trasero y lo secó. Se puso sus pantalones mientras yo lo observaba, y cogiendo una fusta de la caja me dijo:

- "La próxima vez que venga usaremos esto".


En mi cara se dibujo una sonrisa porque eso significaba que volvería a verle; se acercó, besó mi frente despidiéndose, y con un "Adiós, zorrita" se marchó.



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