La sumisa, tragando su primer semen


Eran casi las 4 de la tarde, un día caluroso de julio. Acababa de llegar a Barcelona, y estaba recogiendo las llaves de su nuevo apartamento, conmigo a su lado. La dueña del piso no paraba de hablar y no había manera de que se marchara del piso. Tras 30 minutos enseñándonos la cocina, el baño, las habitaciones, se sentó a hablar con nosotros tan ricamente. Era evidente que si no nos marchábamos nosotros ella tampoco se marcharía.

Al final le dije a lorena que íbamos a tomar algo, con la excusa de que la nevera estaba vacía. Dicho y hecho, cuando salimos del piso, la dueña salió detrás de nosotros. Dimos una vuelta, tomamos algo refrescante, charlamos, y volvimos al piso.

Eran ya las 5 de la tarde en Barcelona, en pleno Julio, y hacía mucho calor. No teníamos mucho tiempo, pero era la primera vez en que mi sumisa y yo estábamos solos. Estaba muy nerviosa, pues apenas hacía 1 hora que me conocía y por fin estaba a mi disposición. Había soñado 1000 veces ese momento, y por fin iba a ocurrir.

Agarré sus tetas con fuerza, y azoté su culo 4 o 5 veces. Pude notar como su nerviosismo aumentaba.

- Arrodíllate, lorena.

Ella obedeció, y se arrodilló ante mí, nerviosa y excitada.

- Vas a desnudarme, perrita. Primero sacarás mis zapatos y mis calcetines, para seguir con mis pantalones.

Obediente, y con ganas de quedar bien, desató los cordones y me quitó los zapatos, para dejarlos bien puestos a su derecha. Luego sacó mis calcetines, que colocó en mis zapatos, y se detuvo un segundo, para mirar mi paquete. Ella sabía que debajo de aquel pantalón encontraría la polla de su Amo, la que llevaba meses deseando. Desabrochó el botón de mi pantalón, y prosiguió hasta sacarme el pantalón, que guardó cuidadosamente a un lado. Yo había aprovechado para sacarme la camisa.

Al final, como era de esperar, me quedé casi desnudo, con el calzoncillo como único atuendo. Ella miró el calzoncillo, y me miró a la cara, como pidiéndome permiso para sacármelo. Ella sabía lo que había detrás de esa prenda. Había hecho muchos kilómetros para conocer mi polla, para olerla, saborearla, sentirla...

- Sácame los calzoncillos, mi niña, ya sabes dónde está mi polla.

Arrodillada, delante de mí, agarró con cuidado mis boxers, y los bajó hasta abajo, para quitármelos. Irremediablemente, mi pene salió a la luz, hermoso, semiduro... Ella no pudo evitar mirarla durante un buen rato. Por fin tenía delante suyo el miembro de su Amo, el que tantas veces había deseado ver, tocar, lamer.

Como ya he dicho, era Julio, por la tarde, y yo llevaba unos tejanos. El calor había hecho su trabajo, y el sudor había intensificado al máximo el olor a sexo de mi entrepierna. Como ya le había avisado durante meses, quería que mi perra oliera mi sexo, quería que fuera capaz de reconocer a su Amo con el olfato. Di un paso hacia delante, y agarrando la cabeza de mi sumisa, pegué su nariz contra mis huevos, y mi polla.

- Huele, perra. Quiero que aprendas como huele tu Amo, como huele el sexo de tu Señor.

Ella comenzó a inspirar con fuerza, captando el olor intenso y potente de mi entrepierna. Como era de esperar, ella se puso cachonda perdida oliéndome, sabiendo que el rabo de su Domine, sus testículos estaban acariciando su cara, impregnando con su olor todo su rostro. Tras un par de minutos, en los que restregué mi sexo por su cara, le di la siguiente orden:

- Abre la boca, lorena. Voy a meter mi polla en tu boca, y tú no podrás lamerla.

Dicho y hecho, ella abrió su boca, y pudo notar como mi rabo se metía en su boca, hasta el final. Una pequeña arcada le sobrevino. Era la primera vez que alguien metía su polla hasta el fondo en su boca, y no lo esperaba. Poco a poco, con calma, fui follando su boca de perra hasta que mi polla estaba bien dura. Ella tuvo 4 o 5 arcadas más, pero lo aguantó sin problemas. Semanas antes, ella misma me había pedido que follara su boca "hasta atragantarme, Señor".

- Quien eres? - Le pregunté
- Su puta, Señor.
- Quien eres? - Volví a preguntarle
- Su perra, Señor.
- Cómeme los huevos, perra. Pónmela bien dura.

Todo era nuevo para ella. Era la primera vez que me oía, la primera que se arrodillaba ante un hombre para desnudarlo y lamerlo, la primera que follaban su boca, o que la llamaban puta. Era la primera vez que oía la frase "Cómeme los huevos, perra.". Para lorena todo era nuevo, y muy excitante, y quería hacerlo bien.

Abrió su boca, y comenzó a lamer mis pelotas sudadas mientras mi polla reposaba sobre su cara. De vez en cuando azotaba sus mejillas con mi pene bien duro, mientras ella saboreaba y lamía mis testículos. Para intensificar un poquito más la situación, agarraba la cabeza de mi sumisa, y la hundía entre mis piernas, restregando mis pelotas por su cara, y azotando con mi rabo sus mejillas. Tras unos minutos trabando mis huevos, su cara olía a sexo, y mi rabo estaba completamente tieso. Era hora de que mi nueva sumisa chupara mi polla, y se tomara su primera leche. Como ya me había dicho y repetido 100 veces, nunca había saboreado el semen, y quería que el primero fuera el mío.

- Bien, mi niña, ahora vas a chuparme la polla, hasta el final, pero no quiero que te tragues el semen de primeras. Quiero que lo guardes en tu boca, y que me lo enseñes cuando te lo pida.

Tras mirarme a la cara, asintió, y comenzó a chupar mi glande. Su lengua repasaba cada esquina de mi miembro, completamente erecto, mientras yo acariciaba su cabecita, y acompañaba su movimiento con la mano. Yo gemía, y la animaba a seguir chupando: "Muy bien, perrita, chupa, chupa...".

Ella se ponía más cachonda, y deseaba con todo su alma darme el placer que yo le pedía. Después de lamer un buen rato, y de acariciar mis huevos con la mano, llegó el momento que ella esperaba. No pude aguantar más, ni quería, y comencé a correrme, directamente en su boca.

- No lo tragues, puta, no se te ocurra tragártelo.

Mi nueva sumisa chupaba y chupaba, feliz, oyendo como gemía y sintiendo como mi leche calentita inundaba su boca. Obediente, no había tragado nada, y tenía todo el semen de su Amo guardado en su boca. Cuando ella pensó que había acabado, abrió su boca, y me mostró su premio, su alimento. Yo me incliné, para ver mi leche en su lengua, y le di la orden que ella esperaba.

- Muy bien, mi perra, trágate tu leche, es tu alimento. Cuando acabes, repasa mi polla con la lengua. Quiero que tomes hasta la última gotita.

Como ya imaginaba, ella obedeció, y repasó mi pene hasta la última gota. Se la veía feliz, contenta, sumisa, tragando su primer semen. Sabía que por culpa de la propietaria del piso no habíamos tenido tiempo de tener una sesión en condiciones, pero había podido lamer por primera vez a su Amo y Señor, y sabía que en las siguientes sesiones vendrían muchas 'primeras veces'.

Tras acabar, le permití levantarse, y le ordené limpiar mi polla, con agua y jabón, lo cual hizo con ilusión. Me vestí, hablamos diez minutos, y antes de marcharme le pregunté:

- A qué sabe mi semen, perra?
- A yogurt griego, mi Amo.
- jajajajajajajaja... – Reconozco que su respuesta me hizo gracia.

Y así acabó nuestra primera cita, más corta de lo normal. El próximo día te usaré de nuevo, mi sumisa, y cumpliremos varias 'primeras veces', pero esta fue la primera vez que me viste, la primera vez en que te arrodillaste ante mí para darme placer, y la primera vez que saboreaste tu yogurt griego. 

Y efectivamente, tu cara, tus mejillas, tu boca, huelen a polla, a huevos, a sexo. Tu cara, sumisa, huele al sexo de tu Amo.
 

Hay una sumisa nueva en Barcelona, y me pertenece.

Comentarios