El perro lamedor, la sumisa novata y el Amo: Un trío con lluvia Dorada incluida.

Aquella iba a ser una sesión especial para mí. Nerea iba a venir desde el sur de España para tener su primera sesión. No tenía ninguna experiencia como sumisa novata, y ella se había atrevido a subirse a un avión para venir a Barcelona para su primera sesión.

Llevábamos ya unos meses hablando sobre el tema, y ella estaba segura que yo era la persona adecuada para iniciarla. Además, ella había hablado también con mi perro lamedor y eso la tranquilizaba bastante. De hecho, yo pensé que para que aprendiera mejor, lo ideal sería invitar a mi chucho a la sesión para que ella pudiera verlo en acción.

Tras recogerla en el aeropuerto, nos dirigimos en coche al hotel, muy cercano. Pillé la habitación y subimos. Apenas unos segundos después, con Nerea ya en ropa interior, llegaba mi chucho dispuesto a tomarse su leche. Para él era su primera sesión con otra perra, y estaba también excitado.

Mientras Raúl se duchaba, le pedí a mi perrita que me desvistiera. Era su primera sesión de D/s y se la notaba muy nerviosa. Con muchas ganas, pero nerviosa. Tal y como ya le había explicado 1000 veces, se arrodilló ante mí, y empezó a desnudarme siguiendo mis indicaciones. Primero los zapatos, luego los calcetines, me desabrochó el cinturón, lo quitó, luego los pantalones. Todo ello muy dobladito y arreglado encima de la cama. Estaba nerviosa cuando me quitó los calzoncillos y apareció mi polla. Era la primera vez que estaba arrodillada antes un hombre, y todo lo que tenía delante era el sexo de su Amo.

Y me miró. Esperando órdenes, como una buena perrita educada. Le ordené olfatear mis huevos, despacio, impregnándola con mi olor. Ella metió su hocico de perra entre mis piernas, y comenzó a olfatear. Por un lado, por el otro, pegando su cara contra mí, oliendo mi polla y mis huevos durante un buen rato. Yo la ayudaba restregando su carita por mi sexo, poniendo delante mi polla para que la oliese entera. Y ella intentaba olfatear todo cuanto podía. Cuanto más tiempo pasaba, más ganas ponía en retener mi olor. Según me dijo ella, al día siguiente aún tenía mi olor en su nariz y me dijo que eso le excitaba.

Después le ordené que abriese la boca., pero que no chupara. Quería que sintiera mi rabo dentro de su boca, sin poder lamer. Poco a poco, metí mi polla en su cavidad bucal hasta donde ella me dejó. Como ya imaginaba, se puso nerviosa. Es novata y aún le cuesta entender que no va a ahogarse. Lo sabe, se lo dije, y su mente le dice que yo no la voy a dejar ahogarse, pero no está entrenada, y su instinto le lleva a protegerse, a apartarse.

En estas salió Raúl de la ducha, y le ordené que recogiera mi ropa de la cama, la doblara y la guardara con cuidado en el armario. De mientras, agarré la cabecita de Nerea, y volví a intentarlo. Metí mi verga en su boca, poco a poco, hasta donde pude, y le ordené lamer, como una buena perra. Raúl ya se había arrodillada a su lado y miraba la escena detenidamente, con hambre. Llevaba mucho tiempo esperando y estaba deseoso.

Yo había prometido a mi aprendiz que le dejaría ver como Raúl lamía mi sexo y mi culo, y yo quería que lo hiciera. Le ordené que se pusiera cerca para ver cómo lo hacía y aprender, y ofrecí a mi pero su jugoso y sabroso hueso, el que él siempre quiere lamer. Ella se sorprendió viendo cómo mi chucho pasaba su lengua por mi polla y mis huevos, con ganas, con ansia, como si llevara un mes sin poder comer. Ella observaba detenidamente la escena, e intentaba aprender todo lo que pudiera, hasta que les ordené cambiar  y cambiaron de puestos por un rato. Nerea disfrutaba lamiendo, intentando darme placer, mientras Raúl miraba.

- Chucho, a qué sabe mi polla?
- A usted, Señor, sabe a Amo.

Esa frase me hizo pensar en un juego muy divertido en el que yo metía mi rabo en el coñito de la perrita para que después mi perro lo saborease con sabor a putita.

Ordené a mi perra apoyarse en la cama, con su culo en pompa, y pasé mi polla por su coñito ansioso. Entonces le di unos cuantos azotes, a los que ella respondió gimiendo,  y metí mi polla en ella despacito, para que fuese sintiendo como su Dueño la poseía. La saqué y volví a azotarla de nuevo. Cada vez que la azotaba más cachonda estaba. Además toda la escena estaba siendo vista por Raúl, lo que excitaba más a mi putita. Volví a meter mi polla para follarla unos segundos y sacarla completamente empapada. Ella se quejó y se quedó jadeando mientras yo ofrecía mi polla a mi perro para que mamase.

Al mismo tiempo, ordené a mi putita que mirase la escena, y ella se giró, manteniendo su postura apoyada en la cama con las piernas abiertas. Mi puto chucho lamedor, se metió mi polla en la boca, y lamió mientras ella miraba.

- A que sabe ahora mi polla, tragón?
- A coño y a polla, Profesor
- Te gusta como sabe el coñito de Nerea?
- Sí, Señor.

Tras unos segundos lamiendo, saqué la polla de la boca de Raúl, y volví a meterme en mi perra caliente, para montarla. La volví a azotar. Ella emitía un sonido mezcla de dolor y placer. Y volví a usar a mi perrita. Ella gemía como la perra en celo que es. Y entonces la saqué enseguida. Y se volvió a quejar, quería polla. Mi perro comió de nuevo polla con sabor a perra. Y así estuvimos durante un rato bien rico. Yo follaba a mi perra, y metía mi polla, llena con sus jugos, en la boca de mi perro. Ni que decir tiene que los 3 estábamos cachondos perdidos.

Tras unos minutos jugando, me separé, y me coloqué en medio de la habitación, para ordenar a mi perro que lamiese mi culo. Llevaba casi un mes sin ese placer, y quería sentirlo otra vez. Dicho y hecho, mi perro lamió mi culo durante un buen tiempo mientras mi perrita observaba para aprender. Yo me incliné un poco hacia delante para darles total acceso a mi trasero. Mi perro separó mis glúteos con sus manos y metió su cabeza entre mis nalgas para poder lamer. Besando mi ano, lamiéndolo, metiendo su lengua en mí, chupando sin parar de darme placer como el buen perro que es.

Mi perrita tenía orden de estimularme las pelotas y debía recoger de mi polla cada gotita que saliese y esparcirla. La muy tragona me dice que fue un desperdicio no recogerla con su lengua. Fue una gozada notar la lengua de mi perro y a mi perrita pendiente de la reacción de mi polla. Puse la cama chorreando por sus atenciones. Y cuanto más me oían gemir, más cachondos se ponían. Mis perros deseosos de dar placer a su Dueño. La verdad es que no recuerdo que mi rabo chorrera nunca como lo hacía en aquel momento. Mi perro lamía mi culo con ansias, mientras mi putita acariciaba mis pelotas y recogía las gotitas de mi glande.

Pero yo quería 2 lenguas a la vez, o sea que cambiamos de posición. Ella comenzó a lamer mi polla mientras mi perro me comía los huevos con muchísimas ganas. Él se los metía en la boca y succionaba, intentando darme el mayor placer con su boca. Mi perrita se comía la cabeza de mi polla lo mejor que podía. Después intercambiaron el puesto, y ella me lamió los huevos mientras mi perro ansioso me comía la polla desesperadamente. Y allí estaban los dos chuchos buscando mi placer y mi leche. A mi perrita le sorprendió cómo mi perro se tragaba mi polla entera, y  la pasión que demostraba devorando mi pene.

Ella hizo su mayor esfuerzo, aunque tiene mucho que aprender. Me dijo preocupada que aún no se había acostumbrado a mi olor fuerte de hombre aunque ese olor la tenía cachonda todo el tiempo. Pienso que se preocupaba demasiado por ver que Raúl lo hacía estupendamente, así que le dije a Raúl que le explicase cómo me comía los huevos y ella intentó hacer lo mismo. Uno de los motivos por los que mi perro estaba allí era para que ella pudiera ver como se movía un sumiso con experiencia. Tras una buena comida a dos lenguas, paré la sesión unos segundos, no quería correrme tan pronto.

Me levanté, y tras mirar a mi perro le dije:

- Tráete la cuchara de madera, perro, y colócate a 4 patas en la cama. Voy a darte 100 azotes, como el otro día

Sin perder el tiempo, Raúl obedeció y me trajo la cuchara. A continuación se puso a cuatro patas sobre la cama, esperando sus azotes.

- Quiero oír como los cuentas, chucho. Ni se te ocurra saltarte uno.

Le di los primeros 10 azotes sin parar, alternando cada nalga, y paré un momento. Miré a mi perrita, que me observaba con atención. Le sonreí y seguí dándole a mi perro otros diez azotes seguidos sin parar y escuchando cómo seguía contándolos para mí. Entonces le ordené a mi sumiso que se bajase el calzoncillo para que mi perrita viera el color que iba adoptando sus nalgas. Después de que ella mirase, le ordené que se los volviese a subir.

Entonces me quedé mirando a Nerea, y le pregunté si quería probar la cuchara de madera, a lo que ella me dijo que sí, algo tímida. Le ordené apoyarse en una mesa y le di dos azotes en cada nalga. Ella se quejó. Le pregunté qué picaba más si la mano o la cuchara y me dijo decidida, "¡la cuchara!"

- Jajajajaja....

No pude evitar reírme, me dijo que picaba mucho. Proseguí azotando a mi perro otros diez azotes, y otros 10 más, mientras él seguía contando. La perrita me miraba asombrada. No entendía cómo mi perro estaba quieto recibiendo esos azotes y que llevase tantos. Cada 10 azotes yo paraba y preguntaba a mis dos tragones como iba todo. Era un parón de unos 30-40 segundos, que yo aprovechaba para ofrecer mi verga a cualquiera de mis perros, ya fuera para chupar o para acariciar.

Mientras yo azotaba a mi perro, mi linda aprendiz miraba cómo lo hacía y de vez en cuando me pedía permiso para lamer mi polla cuando veía alguna gotita salir. Yo hablaba con ella, y le volví a preguntar si quería más azotes con la cuchara, a lo que ella respondió nuevamente que sí. Se notaba que deseaba ser azotada, aunque sabía que picaba, y no estaba segura si era correcto pedir más.

Volví a azotarla con la cuchara otros dos azotes en cada nalga. Ella se removía y se quejaba. Pasé mis manos por su culito suavemente. Y ella al incorporarse también se lo tocó. Le dije que ya comenzaba a ponerse rojo su culito. Eso la excitó mucho, porque sabía que era su Dueño quien se lo estaba dejando así. Nunca había sido azotada, y nunca había visto azotar a nadie en directo. Estaba mojada completamente.

Yo seguía azotando a mi perro, ya llevaba 80 y mi perrita seguía alucinando acerca de cómo aguantaba mi perro la tanda que le estaba dando. Me miraba preocupada por él. Le enseñé de nuevo el culo rojo de mi perro y le hice saber que al día siguiente aún tendría el culo así de rojo. Su cara de asombro me hizo sonreír y volví a preguntarle si quería otra vez azotes. Ella dijo que sí con un hilo de voz.

- Por qué quieres que te azote, Nerea?
- Porque yo sé que a usted le gusta, Mi Señor

Y efectivamente, a mí me encanta azotar el culo de aquella perrita novata, pero ella también disfrutaba con ello, no podía negarlo. Le di dos azotes más, esta vez uno en cada nalga. Su piel es fina y no está acostumbrada a que la azoten. Era la primera vez que azotaban su culo con una cuchara de madera. Ella miró mi polla y volvió a pedir permiso para lamer su gotita. El glande de mi pene chorreaba literalmente, y ella se pasaba el rato acariciándola. Se notaba que quería que su Señor disfrutara con ella. Yo le di permiso para lamer esas gotitas, y terminé de azotar a mi perro, sus 100 azotes.

Una vez azotado, y como premio por aguantar, mi chucho tragón y vicioso se merecía un premio. Llevaba casi un mes sin tomarse su leche y estaba ansioso. Además, como ya le había dicho a mi alumna, le dejaría ver como mi perro se comía mi rabo entero, hasta tragarse mi semen. Me senté en una butaca que había en la habitación, y abrí las patas por completo, dando acceso completo a mi sexo para mi perro. Él se arrodilló entre mis piernas, esperando mi orden, y Nerea se sentó en la cama, dispuesta a ver en directo como mi puto chucho se tomaba el biberón completo.

- Quien eres, Raúl ??
- Su perro lamedor, Profesor.
- Quien más ??
- Su puto chucho, Profesor.
- Y qué quieres ??
- Su semen, Profesor.
- Bien… pues chupa, mamón, hasta el final

Dicho y hecho, Raúl se lanzó sobre mi rabo para darse un atracón de semen. Se tragaba entera mi polla y no dejaba de recorrerla con su lengua mientras mi sumisa no dejaba de mirarme con una carita de puta hambrienta.  Se notaba que le gustaba ver cómo disfruto. Yo andaba ya tan duro y tan excitado, que no tardé demasiado en correrme. Mi perro tragón se llevó su ración de semen que se tragó casi entera. Me corrí tanto que no pudo tragarlo de una vez y lamió lo que se le escurrió enseguida. Más tarde, mi chucho me confesó que nunca me había corrido con tanta abundancia, y que por primera vez no pudo tragarlo todo de una vez. También me dijo que gemí como nunca. La verdad es que tener a mis dos perros allí me excitaba mucho más.

Antes de acabar con Raúl, quedaba una última cosa por hacer. Ordené a mi perro entrar a la ducha y arrodillarse. Él, excitado, lo hizo sin dudar. Sabía de sobras lo que iba a pasar, y estaba ansioso. Mi putita vino detrás de mí como buena perra y nos colocamos delante de la ducha, frente a Raúl. Le ordené a Nerea que sujetara mi polla. Ella estaba nerviosa porque también sabía lo que iba a ocurrir, y obedeció sin dudar. Le expliqué que debía apuntar con mi polla a la cara de Raúl, para llenar con mi orina su boca de sumiso lamedor.

Mientras, mi chucho tragón esperaba en la ducha, arrodillado, y con la boca abierta, a que mi orina cayese sobre él. Cuando por fin salió el chorro, tragó varias veces tal y como me había prometido. Pude sentir como mi aprendiz de sumisa alucinaba sorprendida, viendo la entrega de Raúl. Mi orina llenaba la boca de mi chucho vicioso, y salía a borbotones cayendo por su barbilla, y mojando su pecho y su colita de chucho. Dos veces paró ligeramente para tragar mi orina, tal y como me había prometido, dejando a Nerea completamente sorprendida, mientras sujetaba mi polla con su mano.

Al acabar, yo me sentía orgulloso de mi perro tragón, había hecho su trabajo delante de mi perrita, y le había mostrado como debe comportarse un buen sumiso. Ni que dedir tiene que mi alumna estaba impresionada con su entrega y con la lluvia dorada.

- Bien, Raúl, ahora dúchate, vístete, y márchate. Yo me quedaré aquí jugando con mi perra.

Y mientras él se arreglaba, yo me quedé con mi aprendiz de sumisa explicándole lo que íbamos a hacer durante el resto de sesión. Ella asentía con la cabeza, emocionada y nerviosa, mientras acariciaba mi polla con cariño.

Antes de marchar, mi perro se despidió con educación de Nerea y de su Amo. Cerró la puerta, y se marchó a casa. A nosotros aún nos quedaban varias horas de juegos y de perversión por delante.




Un relato de Nerea y del Profesor Domine.

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