Primeras sesiones. Pervirtiendo a Arya

Después de meses y meses charlando, y preparando mentalmente a Arya para ser mi sumisa, llegó el momento de vernos. Por motivos personales, las primeras sesiones no podían ser largas. Al menos hasta setiembre. 

Igualmente, ella me pidió que no diera su nombre hasta después de vacaciones, con lo que esperé hasta octubre para colgar este post, explicando sus primeras sesiones.

Sin más, os cuento como fueron esas primeras sesiones, su toma de contacto con su Amo y su estreno como sumisa.

 

Primera sesión:

 Como era de esperar ella llega muy nerviosa. No me ha visto nunca, pero me desea. Tiene miedo a fallar, y a no ser suficiente para mí. Son los miedos normales de una sumisa novata. Muy nerviosa y cargada de dudas.

Intento tranquilizarla, y le explico que sé que es nueva y que es su primera vez. Le explico que yo le llevaré de la mano y que todo será más fácil de lo que ella cree. Ella asiente, casi no puede ni hablar.

Le pido que se arrodille, y que me desnude poco a poco. Primero los zapatos, luego los calcetines, mis pantalones, y por último mis calzoncillos. Es una rutina que ella debe aprender para luego poder repetir en cada sesión. Así me gusta a mí.

Le pido que olfatee mi sexo. Ella sabe que se lo voy a pedir, y obedece sin pensarlo. Arrima su hocico de perra a mi sexo y comienza a olfatear. Quiero que sea capaz de reconocer a su Dueño solo por el olor. Yo acaricio su cabeza y le hablo mientras ella olfatea mis huevos y mi polla. Puedo sentir como se excita y se moja.

A continuación, le pido que se ponga a cuatro patas, en la cama, para azotarla. Vengo avisado de que su piel se marca muy pronto, le quedan marcas en seguida. Comienzo a azotarla, comprobando a ver si aguanta el dolor, y cambiando de nalga.

A cada azote que le doy ella gime de placer. Le encanta. Creo que incluso ella misma se sorprende de que le guste tanto ser azotada. Mi mano queda marcada en sus nalgas a cada azote. Tiene un buen culo, gordito, hermoso y blanco. Hay sitio donde azotar.

A los 20 azotes veo con sorpresa que su culo está muy rojo, mucho más de lo normal. Incluso me asusto. No había visto nunca a nadie a quien se le marcaran tanto los azotes como a ella. Habrá que ir con cuidado.

Evidentemente, son los primeros azotes en su vida. Nadie la ha azotado por el mero placer de hacerlo. Tampoco ha olfateado nunca el sexo de un hombre, ni ha tragado esperma. Hoy será su primera vez. Tiene miedo a no saber tragarlo, a que le dé asco, y necesita hacerlo bien.

Me siento en el sofá, y le ordeno que se ponga a cuatro patas en el suelo. Es mi perra, y ese es su lugar. Se mete entre mis piernas, a buscar su leche, y comienza a mamar siguiendo mis instrucciones, y mientras yo le acaricio la cabecita. Puede oír mis gemidos y mis palabras. Está concentrada en hacerlo bien.

Al final, tal y como ella busca, llega mi orgasmo, y un buen chorro de esperma brota de mi polla, llenándole la boca de leche. Una leche espesa, blanca, y deliciosa que traga feliz. Las ganas de hacerlo bien, de satisfacerme, es superior al miedo de no poder tragar mi semen. Eso hace que trague sin más, sin pensar en ello. Es su leche, su premio, y lo ingiere feliz. Ella misma se sorprende por ello, y sigue lamiendo hasta tomarse la última gotita.

Es su primera leche, la primera vez que lo traga, y está feliz de haberlo hecho bien. Su Amo está satisfecho, y ella lo sabe. Yo la felicito. Es la primera vez que olfatea, que es azotada, y que traga el esperma de un hombre. Son cosas nuevas que va aprendiendo de mi mano.

Al final nos duchamos juntos, y nos vamos a casa. Ella sabe que tiene que duchar al Amo y que forma parte del Aftercare. Pone jabón en sus manos, y comienza a frotar mi cuerpo, poniendo especial énfasis en mi sexo. Es una perrita feliz, ha ido todo bien, y le encantan mis huevos y mi polla. 

 


Segunda sesión:

 Apenas una semana más tarde, quedamos otra vez, para la segunda sesión. Ella sigue nerviosa, pero menos. Sabe que va a hacer cosas nuevas, pero ahora ya sabe que sabré llevarla, y que sabré educarla. Se siente más segura conmigo, y eso relaja sus nervios y sus miedos.

Como el primer día, se arrodilla, me desnuda, y olfatea mi sexo. Sabe que tendrá que hacerlo en cada sesión, y que forma parte de su acomodo al papel de sumisa. El simple hecho de arrodillarse ante mí le hace sentir mi sumisa, y le ayuda a meterse en su papel.

Esta vez me doy la vuelta, y le ofrezco mi culo. Separo mis nalgas con mis manos, y le ordeno que lama. Ella se lanza, y sorprendiéndome completamente, repasa mi ano con ganas, sacando la lengua al máximo, y ensalivando mi culo con ganas. Es la primera vez que lo hace, pero le encanta. A medida que yo gimo, ella se excita y lame más. Parece que lleve años esperando el momento de poder lamerme entero.

A mi orden, y con cuidado, introduce su dedito poco a poco en mi culo, mientras acaricia mis huevos y mi polla. Todo es nuevo para ella, pero se nota que lo disfruta. Está aprendiendo más en unas sesiones de lo que ha aprendido en toda su vida, y está contenta. Es una alumna excelente, y se entretiene follando mi culito con su dedo, feliz.

De vez en cuando aparece una gotita de líquido preseminal en la punta de mi glande. Siguiendo mis instrucciones, lo lame o lo extiende por todo el glande, según lo que yo le pida. Como es natural, mi polla se pone dura como una piedra, y llega el momento de correrse.

Le pido que se ponga a cuatro patas, como una buena perrita, y que chupe. Como el primer día, ella obedece y adopta su lugar a mis pies, para comenzar a mamar. Pero ahora es diferente. El miedo a no poder tragar ha desaparecido. Ahora chupa feliz buscando su leche, su alimento, hasta que le lleno la boca con mi esperma. Nuevamente, está feliz, y traga su leche sin problemas. Se siente perra, mi perra, y le gusta esa sensación.

Pero aún falta algo, algo muy especial que ella no ha hecho nunca y que la excita sobre manera. Debo mearla. Necesita que le mee. Hemos hablado 100 veces sobre ese momento y se siente preparada. Al entrar he pedido una botella de agua, y he ido bebiendo durante la sesión, para generar una buena dosis de orina. La llevo de la mano, y le pido que se arrodille en la ducha. Sabe lo que va a pasar y se pone nerviosa. Arrodillada en el suelo de la ducha, tiene delante mi polla.

Yo le hago las típicas preguntas, a las que ella responde con las típicas respuestas:

- Quién eres?

- Su perra

- Quién más?

- Su puta

- Qué quieres?

- Su semen

- Y qué más?

- Su orina.

Sin más, un chorro de orina, amarillenta, caliente, y maloliente, sale de mi polla para caer sobre sus hermosas tetas. Ella puede verlo en primera persona. Mira mi polla y ve como esa orina brota de mi glande para caer sobre sus pechos, mojar su vientre, y acabar empapando su coño. Puede captar el olor de mi orina, su calor, su suciedad... y se siente perra, se siente puta. Mi puta, mi perra. La meo porque es mía, la meo porque puedo mearla, porque quiero mearla. Y esa se excita y se moja.

Una vez termino de mear, hablamos un par de minutos sobre el tema, y le ayudo a levantarse. Como en la primera sesión, nos duchamos juntos. Es otra de las rutinas que yo impongo en mis sesiones. Me enjabona, yo la enjabono, hablamos y reímos.

 


Tercera sesión:

 Cuando llega, se la nota ya bastante menos nerviosa, sin dudas. Siguen los nervios, que no desaparecerán nunca, fruto de no saber lo que va a ocurrir, pero se siente bien conmigo, se la ve tranquila y relajada. Sabe que hay cosas nuevas que aún tiene que hacer, pero está lista para aprender y ser la mejor de mis perras. Acepta el reto.

Nuevamente, como siempre, se arrodilla, me desnuda poco a poco, doblando y guardando mi ropa, y olfatea mi sexo. Es el olor de su Amo, de su Dueño. Yo sujeto su cabeza, y la restriego contra mi sexo. Quiero que mi olor sexual quede grabado en su cara, en su olfato.

Le pido que se tumbe en la cama, boca arriba y con la cabeza en el borde de la cama, y le pido algo muy simple y sencillo:

- Cada vez que yo diga la palabra “Puta”, tú tienes que azotar tu coño. Ahora abre la boca.

Yo meto mi polla en su boca y comienzo a follarla, como si fuera un coño, mientras voy hablando. Cada X tiempo, suelto la palabra “Puta”, con lo que ella tiene que azotarse el coñito. Está cachonda como una perra. Se siente humillada, deliciosamente humillada. Restriego mis huevos y mi polla por su cara, para que así sea, y le permito lamerme.

Me giro, y coloco mi culo sobre su cara. Ella lame mientras se azota el coño. Repito la palabra “Puta” a propósito para que ella se azote más. Tumbada, boca arriba, con la cabeza en el borde de la cama, y azotándose el coñito, lo único que puede ver es mi polla, mi culo o mis huevos, lo que yo le pongo encima. Es lo único que debe ver, lo único que realmente le interesa en ese momento. Necesito que se sienta puta, y por eso restriego mi sexo por su cara mientras se azota el coño siguiendo mis órdenes.

Al final, cuando mi polla está bien dura, ella está humillada y cachonda, como una perra, le pido que se siente en el borde de la cama, mirándome. No os lo he dicho, pero Arya tiene unas tetas espectaculares. Grandes, hermosas y muy follables. Sí, follables, aunque esa palabra no salga en el corrector de Word.

Me coloco entre sus piernas, de pie, y meto mi polla entre sus dos preciosas tetas. Quiero marcarla con mi semen. Mirándole a la cara, comienzo a follar sus tetas, como si fueran otro coño más. Ella me mira y sujeta sus pechos para que rocen más con mi polla.

Ella puede oír mis gemidos y ver mi cara de placer cuando llega el momento de correrme. Un buen chorro de esperma sale disparado de mi glande, llenando sus tetas de leche. Mis gemidos provocan que mi perra se ponga más cachonda aún, mientras yo termino de follar sus pechos. Al acabar, ofrezco mi rabo a Arya para que lo limpie con su lengua. Ella accede feliz. Ya no tiene miedo al sabor de mi esperma, ahora lo desea. Es su alimento favorito.

Le ordeno esparcir por sus pechos todo ese semen, y ella obedece. Masajea sus tetas mientras lo hace, untándolas con mi néctar, hasta que su piel lo absorbe por completo, como si fuera una crema corporal.

La beso, la agarro de la mano, y la llevo a la ducha. No quiero mearle en las tetas, quiero que se lleve mi leche a casa, que se vaya marcada. Para lograr eso, hoy voy a mearla solo en el coño. Le pido que se dé media vuelta, y me ofrezca su culo, inclinándose hacia delante. Su culo y su coño quedan a mi entera disposición, lo que aprovecho para mear en ellos. Nuevamente, se siente la más puta de todas, mi puta.

Para acabar, me ducha, y me deja bien limpio, siguiendo la rutina de cada día. Pero esta vez ella solo se limpia el coño, por motivos sanitarios. Y se marcha a casa con mi esperma en su cuerpo y sudada. He restregado mi culo y mis huevos por su cara, y apesta a sexo. Se siente usada, marcada, de mi propiedad. Va por la calle sabiendo que huele a sexo, que huele a semen, a culo, a huevos de su Amo.

 

Hoy Arya es más perra que ayer, pero menos que mañana

Comentarios

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  2. Enhorabuena a ambos por este maravilloso inicio y por el gran futuro q les depara... FELICIDADES!!

    @Neftis.iset

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