Zibá: Entrega en la lejanía

 Soy Zibá Arasarí, de Venezuela, y me encantaría explicarles mi historia como sumisa virtual, y de la de mi Amo en remoto.


En mi página personal conocí al Señor Dom FreeDom de Madrid. Debo de confesar que desde el primer momento hubo chispa y conexión. Me llamaba 'sumisa bella', y había coqueteo en nuestras palabras. Por la diferencia horaria acordamos conectarnos a una hora en la que ambos pudiéramos estar tranquilamente.


Fueron tres meses conversando, en los que ambos contábamos parte de nuestras vidas, yo le preguntaba cómo habían sido sus ex sumisas, y él iba respondiendo a cada pregunta con paciencia. Soy muy curiosa así que en uno de nuestros primeros encuentros de la manera más sutil le pedí que describiera físicamente.


Cuando hicimos la primera videollamada sentía un nudo en la garganta, incluso tartamudeaba. Me intimidaba, me sentía sonrojada al contestar. Vi a  un hombre de barba canosa, piel blanca, con chaqueta de cuero negra y camisa azul claro, una sonrisa pícara, esos ojos verdes en los cuales me sentía perdida pero al mismo tiempo encontrada.


Para el 8 de febrero estaba comenzando la relación A/s, emocionada. Ese día a las 9 de la mañana, usando un vestido blanco con negro, espere ansiosa la videollamada, coloque el móvil donde pudiera tener una buena visión. Llegada la hora llamó, yo estaba de rodillas, y escuché su voz que decía:


- "Hola mi sumisa bella, postrada ante mi quiero escucharte hablar".


Procedí con todo el formalismo a decir:


- "Señor FreeDom, le pido sea Mi Amo, estar a sus pies, a su servicio y crecer para ser siempre su orgullo. Seré su reflejo para que todos puedan ver lo maravilloso que es".


Su respuesta fue:


- "Desde hoy serás mía, todo lo que antes era tuyo ahora me pertenece, tu cuerpo, tu mente, cada orificio está para mi placer, de mi mano recorrerás otro camino".


Sentía la piel erizada, era volar entre las nubes ahora le pertenecía, cada latido de mi corazón era acelerado sentía que se saldría de mi pecho en cualquier momento. De pronto dijo:


- "Mírame sumisa bella..."


Alcé mis ojos para verlo a través de la cámara, allí estaba sentado en una butaca con una camisa blanca y esa mirada que era el abismo de mis emociones.


- "Ahora quítate el vestido quiero ver a mi putita desnuda completamente"


Sentía vergüenza, con timidez quite el vestido la braguita y el sostenedor. Sentí como mi cuerpo temblaba era el momento, era Él.


Con el tiempo el vínculo se fue fortaleciendo, poco a poco aprendí dónde y cómo tenía que azotarme, atarme de la manera que a Él le gusta, la técnica de la cera, no había nada que no me enseñara. De esa manera, las sesiones iban siendo más y más intensas, había más lujuria y pervertidos juegos que hacían estallar en largos orgasmos.


Al terminar me sentía agotada pero sus palabras eran caricias para mi alma, quedaba como boba porque comenzaba a hablarme de todo lo que podía. Pero al acabar la llamada sentía una pequeña tristeza, esa malvada lejanía. En ocasiones, para alegrarle el día le enviaba algún vídeo o foto muy picante, enseguida respondía.


- "Putita, me vuelves loco..."


Conseguía lo que quería y una sonrisa se dibujaba en mi rostro, en mi página le escribía poesía describiendo todo lo me hacía sentir, de esas nuevas experiencias, de esos amaneceres en los cuales estaba su profunda voz.


Así transcurrían los dias y las sesiones, en la distancia, feliz de ser sumisa, feliz de ser suya, y sin saber los oscuros nubarrones que acechaban cerca.



Una mañana desperté con un sobresalto en el pecho, algo en mi interior sentía que no estaba bien. Ese día no respondía a mi saludo, las horas pasaron y tampoco hubo llamada, sabía que algo no andaba bien, Cuánta incertidumbre, cuánto pesar y sin saber nada de Mi bello Señor.


Un día martes al despertar tenía un mensaje decía


- "Mi sumisa bella, tuve un problema muy grande y eso me produjo un preinfarto. Ya estoy mejor, pero debo de estar en reposo. Te he pensado tanto y con dolor debo de darte la libertad, no puedo atenderte como te mereces. Se que ya eres una excelente sumisa y lo serás para cualquier Amo que quiera tenerte, he sido un cobarde por no llamarte, pero no podía escuchar tu voz, de seguro cambiaría de decisión, espero que me entiendas. La más fiel de mis esclavas la mejor de mis sumisas."

 

En ese momento sentí que mi corazón se partía en pedazos, el cielo se caía de dolor, no podía dejar de llorar, maldije esta distancia, y al mismo tiempo me encerré en mi habitación tres largos días en que el mundo se detuvo porque solamente había dolor y oración para pedir por su salud.


Tomé la decisión de continuar siendo sumisa, pero sin Amo y seguir escribiendo a Mi bello Señor con la esperanza que en algún momento volviera. Cuatro largos meses pasaron. Detuve el tiempo, nadie ocupó su recuerdo, cuando de pronto sentí un corrientazos por todo mi cuerpo y en mi mente una frase: "El llamará, lo siento".


Era como un presagio, corrí porque el móvil estaba lejos y cuando estaba por llegar comenzó a sonar... Era Él.


- "Mi sumisa bella cuánto te he extrañado, las muchas veces que te he pensado."


Mientras yo no sabía si gritar de emoción, llorar de alegría, pero no dejaba de sonreír y de inmediato sin pensar estaba de rodillas al mismo tiempo sonreía y lloraba, cuando por fin pude hablar tan solo dije


- "Mi adorado Señor..."


Duramos dos horas hablando en los cuales me hizo pellizcar los pezones, azotar el culete, una bofetada. Entre el dolor y el placer me debatía y la satisfacción de volver a estar a sus pies era absoluta. Antes de terminar la conversación dijo


- "Durante año y medio nunca te dado nombre siempre eres sumisa bella ahora sé cómo te llamaré y te llamaran todos. Zibá es una palabra persa, que significa hermosa."


Desde ese momento comencé a ser Zibá, usando una gargantilla en el cuello de estrella, con el triskel del BDSM y la letra F del otro lado, símbolo de pertenencia.


Mis deberes eran diarios, tal y como Él deseaba, y cada vez más avanzados. Comencé a usar el cilicio, el cual me encanta. Cuando las puntas del alambre se encajan en la piel, al comienzo duele, pero luego se duerme esa parte del muslo. Al quitarlo quedan pequeñas marcas de puntos rojos. Sin duda alguna son sus marcas sobre esta su piel.


Algunas veces comenzaba Él a recrear una historia, que yo continuaba, íbamos fantaseando, sentía como sus cuerdas me inmovilizaban, como yo era objeto de su placer. Lo hacía correrse, su piel blanca se enrojecía.


Para el aniversario o su cumpleaños siempre inventaba algo especial, recuerdo que en una oportunidad hice un baile sensual para él, grabado en video con música de fondo. Apenas lo vio me llamo diciendo:


- "Madre mía Zibá, me has hecho sudar más de lo normal" - Él reía a carcajadas.


Su enseñanza siempre fue a más, buscando lograr lo que yo quería ser, una verdadera sumisa.


Tras tres años y medio estando para Él y por Él, de pronto volvió a pasar otra movida a su corazón. Sabía lo que me esperaba.


Al ver su nombre en la pantalla del móvil pensé en no responder pero no podía hacerle eso. Yo sabía que no algo fallaba, y que había problemas.


Entre lágrimas, y palabras entrecortadas fue ese adiós. Sentí ganas de salir corriendo y destruir todo a mi paso. Cuánta impotencia. Yo me hubiera quedado siempre allí, a sus pies como una perra fiel que vela el sueño del Amo. Él decidió incluso dejar de ser Dominante y tranquilizar su vida, lo último que me dijo fue


- "Mi sumisa bella, mi Zibá, siempre fuiste, eres y serás lo mejor que me ha sucedido en estos últimos años. Esta vez no dejé un mensaje, quise terminar bien lo que bien empezó. Leal como ninguna, apasionada como una buena hembra me distes muchas alegrías, estaré siempre en tus letras, en tu recuerdo ha sido un honor y un privilegio que me escogieras como tu Amo jamás olvides lo especial que eres como mujer eres libre."


Con mis ojos llenos de gotas de cristal, y en el momento preciso, colgó la llamada después de un adiós, un beso y quizás un hasta pronto.


Ya ha pasado un año y medio en que no volví a saber de Él, respetando lo que había pedido. Solo pido a Dios dónde quiera que esté que su salud haya mejorado mientras mi corazón va de su manos por las calles Madrid y en aquel café de la plaza mayor dónde me llamo una vez nos encontremos para poderme perder en el verde de sus ojos.



Zibá, sumisa virtual, una entrega en la lejanía.

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