La sumisa, la curiosa voyeur, y el cornudo en remoto (II)

Después de la primera cita, nuestra curiosa voyeur ya sabía lo que significaba ser sumisa. Lo había visto en directo, lo había probado, y le había encantado. Su cornudo en remoto estaba sorprendido porque ella había permitido que yo le follara la boca, cuando él nunca lo había podido hacer. Evidentemente, si G no había permitido a D follarle la boca es porque ella no lo veía suficientemente Dominante.


De cara a la segunda cita, yo quería que G entendiera lo que le pido a mis sumisos. Hablando por chat, ella asimiló poco a poco los conceptos más básicos, y me reconoció que le gustaba la idea. Quería sentirse perra, sentirse puta. Quería sentir lo que siente Arya a mis pies.


Durante esas charlas, hablamos también sobre su cornudito, y le hice saber que, en el fondo, lo que él necesitaba es ser un perro sumiso, y comerse una buena polla hasta que le llenen la boca de semen. Ella asintió, dándome la razón. Conoce a su amante, sabe lo que quiere, y me ha visto en directo. Tiene muy claro que lo que D necesita es humillarse ante mí, admitir que es un hombre inferior a mí, y que yo tengo derecho a utilizar a su amante como si fuera mi puta.


Al final, le pedí a G que le dijera a su cornudito que se pusiera en contacto conmigo.  Quería hablar con él, averiguar sus fantasías, y humillarlo un poco.

 

Él, obediente y educado, se pone en contacto conmigo. Le explico que voy a follarme a G, que ella babea cuando follo su boca, y que él necesita lo mismo. Él ni siquiera sabía que G babea cuando le follan la boca.

 

Le pregunto si le gustaría chupar mi polla, y reconoce que no tiene mucha experiencia, pero que intentará hacerlo bien. Me aclara también que nunca ha tragado esperma, y le digo que yo seré el primero en alimentarlo a base de semen. Él asiente. Sé que G tampoco ha tragado esperma, y le propongo ser el primero en llenarle la boca a ella. De hecho, creo que sería magnifico que los dos, juntos, probaran su primer esperma de mi polla. Así tendrían algo que recordar.

Para que mi voyeur entienda mejor lo que su cornudito necesita, le explico de vez en cuando lo que hablo con él. Ella debe entender hasta qué punto él necesita humillarse. Ella le respeta y le quiere, incluso afirma que es un buen macho; pero ella necesita sentirse perra, sentirse puta, y sabe que D no es lo suficientemente Dominante. Y sabe que quiere ser un cornudo.


Después de unas semanas hablando con G y con su perrito, tocaba vernos una segunda vez, para jugar un poco. Preparamos la segunda cita, y quedamos para vernos en un hotelito del amor, parecido al primero.

Ella estaba nerviosa como en la primera cita, pero al menos ya nos conocía. Tal y como habíamos hablado, la idea era que Arya mostrase a G como debía comportarse mi sumisa y cómo debía hacer las cosas para satisfacerme. Básicamente, nuestra curiosa debía repetir lo que hiciera Arya. Mientras tanto, su supuesto 'amito' (D el cornudo), trabajaba como cualquier otro día, sabiendo que yo iba a disfrutar de su amada, y que ella iba a ponerle unos buenos cuernos. Seguro que que su colita de chucho mojaba su pantalón pensando en ello.

 

Nada más entrar en la habitación, les pedí a las dos que se desnudaran, y se arrodillaran ante mí. Las dos obedecieron, y comenzamos con la rutina que siempre pido a Arya. Empezaron a desnudarme.

 

Una vez desnudo completamente, Arya metió su hocico de perra entre mis piernas, para olfatear mis huevos y mi polla. Mientras mi perra olfatea mi sexo, le pido a G que haga lo mismo, hay sitio para las dos. Le explico que mi olor sexual, el olor de mis huevos y de mi polla se quedará clavado en sus fosas nasales, y que luego lo recordará toda la tarde/noche. Sujetando sus cabezas, aprovecho para restregar mis huevos y mi rabo, bien duro, por sus caras. Es otra manera de marcarlas, con mi olor sexual.

Con las dos arrodilladas en el suelo, coloqué mi polla entre sus dos bocas, para que sacara la lengua, y pudieran lamer juntas. No quería que ninguna de las dos se metiera el glande en la boca, para acaparar mi semen. Quería que las dos compartiesen y lamiesen a la vez. Obedientes, comenzaron a repasar con su lengua mi polla, de arriba abajo. Primero el glande, luego el tronco, para acabar lamiendo mis pelotas. Arya ya lo había hecho antes, junto a mi perro, pero esa era la primera vez para nuestra invitada.

Tras un rato lamiendo, le ordené a G que enviara un mensaje su falso ‘amito’, diciéndole que acababa de olfatear mis huevos y mi sexo, y que iba a comerse mi rabo entero para desayunar. El perrito, que evidentemente estaba pendiente del móvil, preguntó rápidamente si yo "huelo a macho"... jajaja… puto cornudo vicioso.

 

Pude imaginarme a D, excitándose en la oficina, y leyendo los mensajes que le enviamos. Él sabía de sobras que yo estaba follándome a su amante mientras él mantenía el país.

Tras reírnos un rato del cornudito, me senté en el sofá, desnudo, y abrí las piernas, tal y como le gusta a mi perra. Siguiendo mis instrucciones, Arya se puso a 4 patas, en el suelo, para mamar mientras G miraba. Le excita lamer así, a cuatro patas, y en el suelo, como una buena perra. Disfruta chupando, y aún más cuando la están viendo.

 

Cuando Arya comenzó a lamer mis huevos, empezaron a salir esas gotitas de lubricante que tanto gustan a mis chuchos. Me quedo mirando a G, y le doy una orden muy básica:

 

-        G, quiero que extiendas esas gotitas por mi glande.

 

Ella me mira, se excita, y obedece. Puedo notar que le encanta hacerlo. Tengo un glande hermoso, rojo y grande, y nuestra perra invitada disfruta extendiendo esas gotitas de lubricante por todo el glande.

Tras un rato así, le tocaba servir a nuestra curiosa. Ocupó su lugar, a cuatro patas, en el lugar de Arya, y comenzó a mamar como lo haría una buena perra. Ella quería aprender. Metía y sacaba mi polla de su boca, moviéndose adelante y atrás, chupando como una buena perra, y buscando mis gemidos.

 

En ese momento le pedí a Arya que me diera la cuchara de madera, para azotarla mientras mamaba. A Arya se le escapa la risita y me dice que no sea travieso, que ella no está acostumbrada a mis azotes. Aún así, no dudé en darle 10-12 azotes a nuestra curiosa mientras chupaba. Eso le serviría para sentirse más puta a mis pies, más humillada. Allí estaba yo, sentado en mi sofá, y azotando a la perra mientras ella me comía la polla.

 

Mientras tanto, yo iba bebiendo la cerveza que me había pedido. Si yo quería marcar a mi invitada con mi orina, tenía que generarla primer. Ella nunca había permitido que su supuesto ‘amito’ la meara, y yo iba a ser el primero. Y como era evidente, para marcarla necesitaba un buen chorro.

Unos minutos más tarde, llegó el momento de follarles la boca a las dos. Me levanté, y tras pedir a Arya que se arrodillara y abriera la boca, comencé a follársela. Como la primera vez que lo vio, G comenzó a mojarse viendo como usaba la boca de Arya como si fuera un coño. Con mis manos sujetaba su cabeza, mientras empujaba con fuerza, una y otra vez. Como en cada sesión, mi perra no pudo evitar tener arcadas. Cuando eso ocurre, me paro un segundo, dejo que ella se reponga, y para seguir luego.

 

Después de un rato disfrutando de la boca de mi sumisa, le tocaba el turno a nuestra aprendiz. Como ocurrió en la primera sesión, G comenzó a babear mientras le follaba la boca. Ni ella misma sabía que babea cuando la usaban así. Ella se limitaba a abrir la boca, y a sentir como mi rabo entraba perfectamente en su boca, hasta llegar a su garganta. Tiene la boca más grande que Arya, pero las babas no le caben, y comienzan a caer por la comisura de los labios. Desde luego, la boca de G es un excelente coño.


Viéndola chorrear, aprovechamos la ocasión para enviarle una foto al supuesto ‘amito’ de su perra mamando mi polla. Para que se viera bien, la saqué y le pedí a G que abriera la boca, para poner la punta en su lengua. Era una hermosa foto, pero cuando el cornudo vio la foto, no se le ocurrió otra tontería que preguntar si solo había lamido la 'puntita'.

¿“La puntita”?  Ni de coña, puto cornudo, se la he metido entera en la boca, hasta la garganta.

 

Agarré el móvil de nuestra invitada, y grabé un mensaje para el perro cornudo, explicándole que su amante babeaba mientras yo le follaba la boca, y que, como siempre, tenía que ser yo quien hiciera con su amante lo que él no sabía hacer. El cornudito, avergonzado, me da las gracias por enseñar a G, y me desea que lo disfrute. Puto chucho patético, casi puedo ver sus cuernos desde la habitación.

Esa charla me había encendido y quería correrme. Volví a sentarme en el sillón, abrí las piernas, y le pedí a Arya que me provocase un orgasmo. Mi niña obedeció, y poniéndose a cuatro patas otra vez, comenzó a chuparme el rabo buscando su leche. Nuestra voyeur, que en el fondo quería también mamar, se sienta a mi lado, y se limita a mirar, excitada. Podía escuchar mis gemidos, ver mis gestos de placer, y podría ver a mi perra Arya, chupando como si fuera su última comida.

 

Al final, un buen chorro de semen salió disparado de mi polla, inundando la boca de mi sumisa, que lo saboreaba feliz, como cada sesión. G se limitaba a mirar, muerta de envidia, y con ganas de probar mi semen. Sabía que no le tocaba, pero lo deseaba.

 

Es curioso, porque ella nunca lo había probado antes, pero sin embargo lo deseaba. Deseaba mi esperma, el mío.

Después de correrme, y de quedar bien a gusto, agarré de nuevo mi cerveza, y volvimos a mandar otro mensaje al cornudo para que supiera que estaba disfrutando de las dos hembras mientras él trabajaba. El respondió enseguida, excitado y encabritado. Sabía que sus cuernos crecían, pero que era por el bien de G. Le dije que continuara trabajando, que su amante necesitaba sentirse una buena puta, y que lo lograría sirviéndome a mí.


Ya llevábamos un buen rato, y era hora de azotar a la sumisa. Como acordamos al empezar, empezaríamos por Arya. Antes de la sesión, ella y yo habíamos hablado de intentar llegar a los 100 azotes. Era la primera vez que lo intentábamos, pero yo estaba seguro de que lo lograría.



Se colocó a 4 patas, en la cama, con las tetas colgando, y comencé a azotarla mientras ella contaba.

 

-        Zas… Uno.

-        Zas… Dos

-        Zas… Tres

 

Al igual que en la primera sesión, ordené a G que se colocara a mi lado y que acariciase mi polla mientras yo azotaba a mi niña. A medida que me iba poniendo más cachondo, aparecían esas deliciosas gotitas que mi aprendiz se entretenía en extender por todo el glande. De vez en cuando yo me colocaba delante de mi sumisa para dejarle lamer mi polla. No sé el porqué, pero el hecho de mamar mientras la azoto hace que se sienta más perra, más puta, más utilizada. Además, la cuchara de madera es lo suficientemente larga para poder azotar sus nalgas mientras ella saborea mi sexo.
 
Tras unos 60 azotes, se me ocurrió un juego nuevo. Me coloqué a detrás de Arya, y le pedí a G que se arrodillara a mi lado. De esa manera, tenía delante el coño de mi perra, y a un lado la boca de nuestra curiosa. Sin decir más, metí mi miembro bien duro en el coño de Arya comencé a follármela. Después de unas primeras envestidas, le pedí a G que acariciase mis pelotas mientras yo bombeaba. Ella, cachonda como una puta perra y obediente, obedeció mi orden, para estimular mis huevos.

 

Tras unos segundos follando a mi perra, y cuando sentí que mi polla estaba bien mojada con los jugos vaginales de mi perra, saqué mi rabo de su coño y la ofrecí a G para que la chupara.


- ¿A qué sabe, perra?  
- A coño.
- Te gusta?
- Sí.


La zorra estaba cachonda, era obvio. Vuelvo a meterla en el coño de mi sumisa, y la follo de nuevo, 4 o 5 veces. La saco otra vez, y le ofrezco más jugo a nuestra pervertida curiosa. Pude ver como mi niña miraba de reojo la jugada. El hecho de que le follara, y pidiera a G que me limpiara con la lengua la excitaba aún más, le parecía humillante y morboso.

 

Tras repetir 3 o 4 veces la jugada, le pedí a G que olfateara el coño de mi perra, y que lo lamiera. Me la quedé mirando, y pude ver cómo me ponía carita de pena. Era obvio que nunca lo había hecho antes.

 

-        No quieres lamer el coño de Arya, ¿verdad?  ¿Nunca lo has hecho antes?

 

Ella me mira y me dice que no con la cabeza.

 

-        Es igual, G, no hace falta que lo hagas

 

Nuestra invitada, aliviada por no tener que comer el coño de mi perra, volvió a su lugar, a mi lado, para acariciar de nuevo mi polla mientras yo acababa de azotar a mi niña.

-        Zas… Sesentayuno.

-        Zas… Sesentaydos

-        Zas… Sesentaytres


Al final, tras 40 azotes más, llegamos a los 100, tal y como habíamos hablado. Era un récord para Arya, que seguía avanzando como sumisa. Los azotes recibidos durante las sesiones anteriores le ayudan a resistir mejor el dolor, y empezar a disfrutar del mismo.


Después de esos 100 azotes, ahora le tocaba a G, que ocupó su lugar, a 4 patas en la cama, para llevarse su castigo. Antes de eso, mientras chupaba, ya se había llevado una docena de azotes, y hay que recordar que ella solo había aguantado 20 azotes en la primera sesión. Yo quería que G se llevara 40 azotes para casa, que se fuera adolorida y excitada.

 

Arya se colocó a mi lado, y mientras mimaba mis huevos y mi polla, trataba de convencerme para que no fuera muy severo con nuestra curiosa novata. Mi sumisa sabe que soy un cabrón y que algunos de esos azotes los doy a mala leche, como debe ser.

-        Zas… Uno…

-        Zas… Dos

-        Zas… Tres

 

G iba contando los azotes mientras protestaba por los mismos. Sus gemidos no eran como los Arya, ni su culo es igual. Las nalgas de mi perra ya están curtidas y acostumbradas a mis golpes, y esos azotes le acaban produciendo placer a medida que se van acumulando.

 

Sin embargo, el culo de G es novato, sin experiencia, tierno, y los azotes generaban un dolor que aguantaba como podía. Arya no podía evitar soltar alguna sonrisita cuando veía como la azotaba, pero luego se preocupaba por ella.


Cada 10 azotes, paraba un momento, y acariciaba el culo de nuestra invitada, mientras la calmaba con mi voz. Igual que con mi niña, le ofrecí mi glande para que pudiera chupar un poquito mientras la azotaba.

 

Al final, G aguantó 50 azotes, y nos estiramos en la cama los tres, para charlar y descansar un rato. Ya que estábamos allí, era el momento perfecto para enviarle otro mensaje al perrito cornudo, diciéndole que su amada había recibido 50 azotes, y que yo había disfrutado con ella, a lo que él respondió felicitando a su amada, y al corneador.

Aprovechando que estábamos en la cama, traté de explicar qué significa el Aftercare, algo que debería obtener también de su 'amito' cuando le toque, si es que consigue ser Amo en algún momento. Hablamos también sobre el perro sumiso y sus necesidades. Ella debe saber que D necesita ser humillado. No es cuestión solo de que ella se acueste con otro, el cornudo tiene que saber qué hicimos, como le pusimos los cuernos, y debe aceptar que él es inferior al corneador. Estuvimos charlando un rato los tres juntos, hasta que tocó ir a la ducha.

Antes de marcharnos, quedaba un tema pendiente, tocaba mear a la curiosa. Mearla de verdad.

Como ya habíamos hablado antes, yo mearía en sus manos y en sus piernas. Le pedí que se metiera en la ducha y que se inclinara ofreciendo sus manos y sus pies. Ella obedeció, nerviosa, y puso sus manos en forma de cuenco. Igualmente, le pedí a mi perra que sujetara mi polla, a modo de manguera, para que ella pudiera dirigir el chorro hacia ella.

 

Dicho y hecho, comienzo a mear. Mi perra dirige el chorrito de pis hacia las manos de G, hasta llenar el cuenquito, momento en el paro. Entonces le ordeno a la curiosa que eche esa orina por sus piernas, y obedece, como si extendiera mi orín por sus piernas.

Repetimos la jugada una segunda vez, y vuelvo a parar.

Le pregunto cómo se siente, y me dice que muy puta.


- Quieres que te mee en el culo o en el coño?
- En el culo
- Pues date media vuelta y ofréceme tu culo, perra

Es obvio que no era lo que habíamos hablado antes, pero ella estaba tan cachonda que quería más, y no iba a negarme nada. G se giró, ofreciéndome su culo, y se inclinó hacia delante, de manera que tu culo y su coño quedaban a mi alcance.

 

Y mientras Arya sujetaba de nuevo mi manguera, yo meaba en el trasero de nuestra voyeur. A medida que Arya movía mi polla, iba dirigiendo el chorro a un lado u al otro, marcando a la perra. La muy traviesa se lo pasa en grande, y se ríe.

Para acabar, nos duchamos los 3 juntos, mientras comentábamos la jugada. Puse jabón en las manitas de las dos perras, y les pedí que me dejaran bien limpio.

 

Después de secarnos, solo quedaba un tema por hacer, un último mensaje para el perrito, para que supiera que había disfrutado y meado sobre 'su' sumisa. Le recordé que ella nunca accedió a ser meada por él, pero que solo había tardado 2sex sesiones en ofrecerme su culo para que yo la marcase con mi orina.

 

Estoy seguro de que sus cuernos crecen a buen ritmo… 



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